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El videoarte se bate en duelo con los clásicos
Bill Viola exhibe un conjunto audiovisual que propone un diálogo con las obras de Goya o El Greco
Actualizado: GuardarNo todos los días se tiene el privilegio de acoger a una figura de primer orden, con un prestigio que trasciende fronteras y disciplinas artísticas. 'Bill Viola [en diálogo]' se postula como una de las propuestas artísticas más atractivas de este año aún incipiente.
La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, salvaguarda de la expresión cultural desde hace más de dos siglos sito en pleno centro de Madrid, propone desde mañana un osado viaje a través de las emociones exhaladas por algunas de las obras maestras que cuelgan de sus muros. Se atreve a desentrañarlas Bill Viola, punta de lanza del videoarte que, pese a germinar de la mano de agitadores como Joseph Beuys o Nam June Paik, reconoce en los clásicos la raíz de sus pulsiones creativas.
El estudio de los maestros ha sido una constante en la trayectoria del neoyorquino. Sus propuestas se sustentan en amplia medida sobre referentes antiguos, cuya esencia traduce en instrumentos para generar imágenes de gran belleza, producidas con una refinada calidad técnica que aprovecha al máximo las tecnologías, otra de sus pasiones confesas. La emblemática academia de la Villa constituye por tanto, y como él mismo reconoce, un marco ideal que permite escenificar el diálogo que Viola percibe y trata de plasmar en sus creaciones.
Espiritualidad enmarcada
«Quería meterme en el interior de esos cuadros, encarnarlos, habitarlos, sentirlos respirar», afirmó. Es difícil sentir indiferencia al deambular por las amplias salas de la centenaria institución. Los lienzos de Francisco de Goya, José de Ribera o Alonso Cano destilan una intensidad emocional que Viola atrapa e impregna de una dimensión espiritual muy personal. No tiene reticencias en reconocer el papel sustancial que ejerció el misticismo oriental cuando cimentaba su identidad artística.
La intensidad emocional que destila la obra de Viola contrasta con la propuesta de buena parte de sus 'padrinos'. Los setenta en los que daba sus primeros pasos daban prominencia a lo visceral, lo provocador. Pero el artista aprendió a 'sentir' de forma autónoma, al margen de poses y convenciones. «A partir de mi propia experiencia vital me encontré dominado por esta fuerza, mucho más profunda que el mero sentimentalismo que me habían enseñado a evitar», admitió.
'Bill Viola [en diálogo]' se articula en torno a cuatro videoinstalaciones concebidas a inicios de la década pasada: 'Dolorosa', 'El quinteto de los silenciosos', 'Montaña silenciosa' y 'Rendición'. Emplazadas estratégicamente en las estancias más significativas del Museo de la Academia, las imágenes parecen 'conversar' con las obras maestras de Ribera, Goya o El Greco, así como con la delicada talla polícroma de 'La Dolorosa' del barroco Pedro de Mena.
El resultado es el trazado de un canal de expresión artística entre la vehemencia de una figura clave del arte actual y la intensidad dramática de los siglos dorados de la pintura española. La agresiva sobriedad de sus imágenes contrasta con la expresividad formal de sus referente. Proyectan emociones desgarradoras que el ser humano tiende a ocultar por instinto, que permanecen invisibles. «La obra de Viola es la expresión artística del vacio», se aventuró a afirmar Jordi Teixidor, uno de los artífices de la muestra.
La instalación de Bill Viola viene acompañada de otra propuesta cultural de calado. El neoyorquino ha concebido también el espacio escénico de 'Tristan e Isolda'. La ópera trágica de Richard Wagner versionada por el controvertido Peter Sellars que el Teatro Real de Madrid acoge desde el próximo domingo tras haber sembrado la controversia sobre las tablas en Nueva York, Los Ángeles o Londres.