La infanta que ya no ejerce
Desde octubre de 2011 está borrada de la agenda real y se refugia en Suiza para preservar a sus cuatro hijos del escándalo
MADRID.Actualizado:Hacía dos años que, junto a su marido y sus cuatro hijos, había cruzado el charco para instalarse en una coqueta casa en Washington. Allí había trasladado Telefónica a Iñaki Urdangarin, una huída hacia ningún lado. Pero los 12 de octubre seguían señalados en rojo en su calendario. En 2009 y 2010 acudió fiel a la cita junto al resto de la Familia Real, como siempre. En 2011 también. Poco podía imaginarse que aquella sería la última vez. Su último acto oficial como infanta de España. Porque a partir de ese día Cristina de Borbón desapareció de la agenda real. Estalló el escándalo, el 'caso Nóos' apuntaba directamente a su marido con el registro, en noviembre de 2011, del instituto y otras sociedades mercantiles vinculadas al duque de Palma. Y la constatación llegó con la imputación del yerno del Rey el 29 de diciembre de 2011.
Ni separación ni un mal gesto hacia el exbalonmanista con quien había contraído matrimonio en octubre de 1997 y había formado una familia. Al contrario. La infanta Cristina se unió aún más al hombre de «comportamiento no ejemplar», en palabras de la Casa del Rey, e incluso se dejó ver por Palma de Mallorca el día antes de que Urdangarin hiciera el paseíllo de imputado que ahora le aguarda a ella.
La sombra de la duda que se cierne sobre el matrimonio no ha cambiado su estatus en el fondo, pero sí en las formas. El duque de Palma ha sido eliminado de la página web de la Casa Real. Tal cual. Tan solo se le ha visto junto a la Reina y la infanta Elena en contadas ocasiones, en un cumpleaños en Washigton y a las puertas del hospital en una de las visitas a su suegro. Los Príncipes evitan, en público, cualquier contacto con Urdangarin, aunque se sabe que, al menos, han coincidido visitando al Rey en alguna convalecencia y, se dijo, en las pasadas navidades. No en esta, en la que los duques la pasaron con la familia Urdangarin en Vitoria.
Pero la gran damnificada antes de su segunda imputación -la primera, en abril, fue un visto y no visto- ha sido doña Cristina, quien pasó de ejercer como infanta de España a quedar en el olvido. Sirva como ejemplo que en 2010 representó en 22 ocasiones a la Corona, 19 en 2011 y, a partir de ahí, nada. Aunque es cierto que en junio pasado acompañó a los Reyes y sus hermanos a la misa funeral por el centenario del nacimiento de don Juan, un acto que, aunque oficial, fue de marcado carácter familiar.
Es la familia, precisamente, el bienestar de sus cuatro hijos, Juan Valentín, Pablo Nicolás, Miguel e Irene, el gran flanco de batalla de la infanta Cristina. Y si bien en verano de 2012 el matrimonio Urdangarin-Borbón anunció su regreso a Barcelona, al palacete de Pedralbes, fiel reflejo de la ostentación y a la venta por 9,8 millones, para que el duque pudiera preparar mejor su defensa, doce meses después la familia volvió a hacer la maleta rumbo a Ginebra, donde La Caixa y la Fundación Agá Jan diseñaron un puesto a su medida como directora de relaciones internacionales. Otra huída, esta vez para proteger a los niños de una presión a veces insoportable. En Suiza intenta llevar una vida normal en un prestigioso y selecto colegio.
La infanta Cristina, séptima en la línea de sucesión al trono, afronta ahora, tras el demoledor auto del juez de la segunda imputación, un nuevo camino que la aparta aún más de la Corona a la que ya no representa.