Cien años del Nobel de Literatura a un bengalí
Con motivo del centenario de la concesión del premio a Tagore, la editorial Cálamo publica una bella edición ilustrada de ‘Gitanjali’
MADRIDActualizado:Hace ahora cien años, en noviembre de 1913, la Academia Sueca concedía el Nobel de Literatura a Rabindranath Tagore, el primer escritor no europeo a quien se otorgaba el galardón. Con motivo de la efemérides, la editorial Cálamo ha publicado una bella edición de ‘Gitanjali’ (‘Ofrenda lírica’), una recopilación de textos en prosa poética traducidos por primera vez al inglés por el propio Tagore, cuya educación transcurrió en parte en el Reino Unido. Este libro, con prólogo de W. B. Yeats, gozó de un enorme éxito en Occidente cuando vio la luz en 1912. Aquí en España el libro fue vertido al español por Zenobia Camprubí, la mujer de Juan Ramón Jiménez, una versión que ahora recupera Cálamo, que enriquece esta joya literaria con pinturas de Manuel Alcorlo.
Al bengalí le vino de perlas la jugosa dotación económica del premio que venía de Suecia. Gracias a la recompensa, uno de sus proyectos más queridos, la escuela de Shantiniketán, recibió una imprevista aportación económica. Fundada en Bengala en 1901, el centro representaba un innovador ensayo pedagógico en el que hinduismo se trenzaba con la modernidad y en el que maestros y alumnos aprendían a cultivar la tierra y trataban de aprehender los fundamentos de la poesía, el humanismo y la sabiduría oriental. Tan vanguardista era la experiencia que Gandhi, Einstein y Romain Rolland se interesaron por la experiencia. Por aquel entonces, Tagore desprendía un aura de poeta, pero también de sabio espiritual.
Con esta selección de poemas en prosa Tagore infundió en la racionalista Europa la inquietud por desentrañar el misterio del alma oriental. Los creadores europeos, que ya nadaban en la zozobra de la desesperanza y el descreimiento del periodo de entreguerras, se vieron sorprendidos por unos textos preñados por el amor a la naturaleza y una acendrada religiosidad. En la oscura Europa, la luz del poeta bengalí deshacía las sombras.
La edición de Cálamo incluye además la dedicatoria que hizo Juan Ramón Jiménez para la versión española de ‘Gitanjali’, que entronca con la poesía más sensitiva del autor de Moguer, quien intercambio cartas con Tagore. La traducción de Zenobia es espléndida. No en vano, Camprubí conocía muy bien el inglés –su madre era hija de un norteamericano- y supo captar con acierto la mística del bengalí.
Gracias a Tagore fue posible el amor entre Zenobia y Juan Ramón. Mientras ella traducía, él se dedicaba a pulir los poemas. Fue el comienzo de una unión y un trabajo en común que se prolongaría durante las cuatro décadas que duró el matrimonio, sin cuya existencia el proyecto literario del poeta sería incompleto.
Pérez de Ayala
Curiosamente, otro español, Ramón Pérez de Ayala, se adelantó al tándem Zenobia-Juan Ramón en la empresa de ofrecer una versión en español del Tagore de ‘Gitanjali’. Mientras se encontraba en Estados Unidos para casarse con la norteamericana Mabel Rick, Pérez de Ayala tradujo algunos fragmentos del libro para el periódico ‘La Tribuna’. Fue el primer español que en 1913 se hizo eco en la prensa española de la existencia de los poemas en prosa de Tagore. Dos años después, Zenobia y Juan Ramón sacaron su primera traducción del bengalí al entregar a la imprenta ‘La luna nueva’. Por fin, en 1918, verterán al castellano ‘Gitanjali’.
Ese empeño de la pareja en dar a conocer al lector español la obra Tagore se mostró fecundo después. Por su intercesión, Tagore dejó una poderosa impronta en muchas generaciones de escritores, entre ellos tres Nobeles hispanoamericanos: Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Octavio Paz.
Pasado los años, la figura de Tagore emerge como un adelantado a su tiempo, anticipándose a los tiempos de la contracultura de los años sesenta al difundir en Europa la mística oriental. Es más, muchos de sus juicios sobre el nacionalismo, la educación y el diálogo intercultural están más vigentes que nunca. Y eso que, en un mundo tan convulso y violento como el actual, la filosofía de paz y armonía por la que abogaba el Nobel se antoja ajora pasada de moda y puede parecer hasta ingenua.
Tagore no sólo fue un poeta de extraordinario talento. Cultivó además el cuento, la novela, el ensayo, la dramaturgia e incluso se atrevió a componer canciones. Por añadidura, descolló en la pintura con creaciones en la que lo figurativo se entreveraba con lo abstracto. Sus ensayos hacen incursiones en terrenos tan diversos como la literatura, la política, la cultura, los fenómenos sociales, las creencias religiosas, la filosofía y la política internacional.