Gabriel Lizoain escucha por la radio un partido en el estadio de Gran Canaria.
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El fútbol, con los ojos del corazón

Gabriel, padre del guardameta de Las Palmas Raúl Lizoain, es ciego de nacimiento pero disfruta de cada partido junto a su mujer y la radio con la ayuda de los aficionados

MADRID Actualizado: Guardar
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Gabriel es el mayor de seis hermanos, cuatro de ellos invidentes. Ángel, Ignacio, Carlos, Óscar y Serafín Zubiri. El pequeño es el más popular del 'clan' ya que representó a España en Eurovisión en 1992 y en el año 2000. El padre de Raúl Lizoain (Gran Canaria, 1991), segundo portero de la Unión Deportiva Las Palmas, ve el fútbol como nadie, con el corazón. Es un espejo para él y su mayor aliado.

El progenitor del cancerbero disfruta de una vida intensa y polifacética. Ha sido cantante, representante de jugadores, practicó patinaje, y fue futbolista en la modalidad de invidentes. Actualmente es delegado territorial de la ONCE en Canarias, cargo que ocupa desde hace 18 años. Nació en Abaurrea (Navarra), a los ocho años se traslado a Pontevedra y, a partir de ahí, le tocó conocer mundo de un lado a otro.

En casa de los Lizoain se saboreó siempre el deporte. «Mi padre se desplazaba desde Pamplona con un grupo de amigos a ver a la gran Unión Deportiva de los sesenta y setenta donde quiera que actuaba. Iban hasta San Sebastián, Bilbao, Barcelona o Zaragoza. Aquel fútbol les encantaba y eran capaces de hacer muchos kilómetros por carretera para ver al equipo canario. El estilo de Las Palmas gustaba a mucha gente», relata en una entrevista.

Gabriel acude cada día de partido a la fila número 18 de la grada de Tribuna del estadio de Gran Canaria. Gracias a la radio que siempre le acompaña, a los aplausos de la afición o a los cánticos de los Ultranaciente (sector de aficionados de Las Palmas) puede sentir el encuentro que se está disputando en el césped. Él anima, protesta y canta. Y si se le escapa algo siempre tiene al lado a Loli, su mujer, quien también le narra algunas jugadas. Su hijo tampoco le puede ver cuando le toca defender los colores amarillos, sin embargo también le siente, y eso le ayuda a hacer buenos partidos.

El joven futbolista espera su momento. A sus 22 años va sin prisas pero sin pausa. Él cuenta con una gran ventaja, la capacidad de aguardar su oportunidad la conoce por el afán de superación y la fuerza de voluntad de su familia. «Ellos pudieron hacer lo que querían, cómo no vy a conseguirlo yo», declara en una entrevista.