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Abonados a la calculadora maldita

Un año más, el Gordo le hace un requiebro soberano a la provincia que tiene que conformarse con los pellizquitos que dan para una pequeña alegría

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Los gaditanos nos quedamos un año más con los premios de consolación del Gordo de Navidad. No es esta tierra especialmente afortunada con este sorteo aunque año tras año, cuando toca hacer repaso los días previos a la cita con los bombos, su capital aparece como una de las ciudades en las que más veces ha caído el primer premio en la historia del sorteo. Pues desde hace ya demasiado tiempo, no vivimos la inmensa alegría que supone una lluvia de millones. Si esa divina precipitación riega una tierra muy necesitada, la noticia se vuelve doblemente dulce. Y en Cádiz cantar el primer premio de la Lotería de Navidad sabría a toneladas del mejor alfajor de Medina.

Al menos, este año el Gordo ha sido justo y una parte de su fortuna ha ido a parar a Mondragón, donde viven su particular infierno por el desmantelamiento de Fagor. Allí se llama así al cierre patronal, aquí lo conocimos como Delphi, Altadis... Aunque sea a miles de kilómetros ese sabor de recompensa se comparte también, con la esperanza de que algún día sea la Bahía la que reciba un maná de alegría instantánea.

Pero mientras llega ese momento, seguimos abonados a la calculadora maldita, ésa a la que muchos gaditanos están atados obligados por las estrecheces económicas; ésa que ayuda a hacer equilibrios presupuestarios para llegar a fin de mes. Que esta provincia siga tirando hacia delante con los niveles de desempleo y empobrecimiento obvios no sólo se puede justificar en términos de economía sumergida. También en la capacidad que tiene el gaditano de estirar hasta lo imposible. Lástima que no tengamos esa mano para con la lotería.