El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schaüble, jura su cargo junto a la canciller el pasado martes. :: EFE
Economia

El ministro Schaüble, más de lo mismo

El cancerbero de la canciller no variará un ápice su receta para el inicio de la recuperación: más ahorro, más recortes, más austeridad Es el hombre de confianza de Merkel, el único con una cartera relevante que repite en esta legislatura

BERLÍN. Actualizado: Guardar
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Su único vicio conocido es el vino tinto. Quienes le acompañan saben que siempre lo pide para acompañar sus comidas, aunque se encuentre de viaje en países exóticos sin ninguna tradición vitivinícola como Singapur o Vietnam. Wolfgang Schäuble, el viejo y nuevo ministro federal alemán de Finanzas, es por lo demás un hombre espartano y austero que cumple a rajatabla el precepto luterano de alcanzar a Dios a través del trabajo. De ahí que resulte incansable, agotador para su equipo y que su trayectoria política supere los 40 años. Su experiencia y fidelidad a quien se encuentra por encima de él le han convertido en hombre de absoluta confianza de la canciller federal, Angela Merkel. De hecho, es el único con una cartera relevante que repite cargo en la legislatura recién iniciada.

Y si la canciller pretende ser la arquitecta en la construcción y reforma de la Unión Europea, Schäuble es, sin duda, su aparejador. En las negociaciones con los socialdemócratas para la formación de la gran coalición, Merkel luchó con uñas y dientes para que aquel conservara su puesto como jefe del Tesoro. No le importó que otros miembros de su gabinete tuvieran que cambiar de ministerio o ceder carteras al SPD, todo con tal de tener a su lado al hombre con quien lleva años fraguando los cambios que necesita la UE. La renuncia de los socialdemócratas a ese Ministerio, que ya ocuparon en la primera gran coalición con Merkel entre 2005 y 2009, es una confirmación, además, de que respaldan los planes europeos de la canciller y su fiel cancerbero.

El propio Schäuble es consciente además de que esta será probablemente su última misión. A sus 71 años, y con su delicada salud, es muy improbable que continúe en activo más allá de esta legislatura. Pero piensa exprimirla. Nada más recibir el martes su nombramiento de manos del presidente federal alemán, Joachim Gauck, y jurar el cargo ante el Parlamento, partió a Bruselas para culminar las negociaciones sobre el mecanismo para el cierre de bancos, segunda etapa en el camino hacia la unión bancaria. Y, naturalmente, al final consiguió llevarse el gato al agua e imponer sus condiciones aun a costa de descafeinar el acuerdo.

El ministro germano consiguió excluir las cajas de ahorros alemanas del grupo de 130 grandes institutos europeos que alimentarán el fondo de rescate, así como que las ayudas directas del mecanismo de rescate europeo a bancos ruinosos solo se concedan en última instancia y con condiciones muy estrictas.

Como Merkel, Schäuble considera que la UE debe abordar aún mayores reformas que incluyan la modificación de tratados, la cesión de poder por parte de los estados a Bruselas y Estrasburgo, y, sobre todo, mecanismos de control severos y vinculantes, con acento especial en esta última palabra. Y, por supuesto y hasta superar la crisis financiera en la zona del euro, más ahorro, más recortes y más austeridad.

No es la primera vez que Schäuble hace de aparejador. Con el canciller Helmut Kohl ya fue el responsable, como ministro de Interior, de gestionar con éxito en 1990 la reunificación de Alemania. Kohl fue su primer jefe y trabajó para él con la misma fidelidad que lo hace hoy para Merkel. Entre 1984 y 1989, el año de la caída del Muro de Berlín, fue ministro de la Cancillería y para Asuntos Especiales, cargo de máxima confianza en el entorno directo del jefe del Gobierno. Asimismo, los dos años siguientes asumió la cartera con la que ayudó a Kohl a construir una Alemania unida.

El atentado

Es entonces, poco después de culminar la reunificación nacional -un 12 de octubre de 1990 en la cervecera Bruder de la localidad de Oppenau-, cuando su vida sufre un giro dramático. Un enajenado trata de asesinarle a tiros durante un acto político, le rompe la columna vertebral de un balazo y le desfigura la cara con otro. «Lo fascinante de su vida es que, pese a estar atado a una silla de ruedas, no ha pensado jamás, ni un segundo, en abandonar la política y dejarlo todo. Nunca hasta ahora ha habido un político con una trayectoria igual. Nadie pensó que sería capaz de conseguirlo y de aguantar. Pero ahora mismo es el político con más años de pertenencia al Bundestag», comenta su biógrafo, el periodista Hans Peter Schütz, testigo del atentado.

Concretamente son 41 años. Desde 1972, Schäuble es miembro de la Cámara baja alemana. Tras recuperarse de las heridas y asumir que nunca más volvería a ponerse en pie, en 1991 fue nombrado jefe del grupo parlamentario cristianodemócrata en el Bundestag. Helmut Kohl le declaró durante esa etapa su delfín y sucesor potencial como canciller. En 1998, tras la derrota electoral de este ante el socialdemócrata Gerhard Schröder, se convirtió también en presidente de la formación conservadora. Pero perdió ambos cargos en 2000 por su implicación directa en un escándalo de financiación de su partido, al reconocer haber recibido un donativo de 100.000 euros del traficante de armas Karl-Heinz Schreiber. Schäuble, el fiel militante de la Unión Cristianodemócrata, fue entonces el cabeza de turco.

Él pagó el pato por una operación gestionada al parecer por el propio Kohl. Desde entonces no se hablan. Schütz, que ha acompañado a lo largo de los años la carrera del hoy ministro de Finanzas, afirma que Schäuble «solo tiene un sentimiento por Kohl: desprecio hacia la persona, aunque ni por un segundo hacia sus méritos políticos como canciller. En aquel momento y tras sus últimas experiencias con un líder ya derrotado sabía exactamente que no podía escapar al pasado común».

A partir de entonces volvió a ser un simple diputado, aunque en 2004 su nombre figuró entre los candidatos de los conservadores para asumir la presidencia de Alemania. Incluso Merkel, su sucesora en la presidencia de la CDU y entonces líder de la oposición, le respaldó aparentemente, aunque al final se decantara por Horst Köhler. Se quedó así a las puertas de la presidencia, de la misma manera que se quedó a las puertas de la cancillería. «Pero por su forma de entender la política es algo que aceptó. Es quizás su punto débil. Le falta esa ansiedad de poder que se necesita para llegar a la cumbre», señala su biógrafo y reportero emérito del semanario 'Stern'.

No obstante, superó ambas decepciones sin problemas, y cuando Merkel llegó al poder en 2005 no dudó en aceptar la oferta de volver a dirigir el Ministerio de Interior con la primera gran coalición, aunque seguía marcado por el escándalo de los donativos ilegales. Y, como siempre, con fidelidad absoluta a su líder. Tras las elecciones de 2009 y la formación del Gobierno de coalición conservador-liberal, la canciller le ofreció suceder al socialdemócrata Peer Steinbrück como ministro de Finanzas. Una oferta inesperada, por lo menos de cara a la galería. Y además en un momento crítico, en medio de la crisis mundial. No dudó en aceptar el reto para trabajar en el rescate de la moneda común y de los países sumergidos en el fango de la deuda. Eso sí, priorizando los intereses de Alemania, el país que mejor ha capeado el temporal.