Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
MUNDO

Una Bachelet más radical para un Chile con deudas pendientes

La presidenta electa promete retomar la educación universitaria gratuita en un mandato en el que lidiará con su propia coalición

MARCELA VALENTE
BUENOS AIRES.Actualizado:

Casi cuatro años después de dejar la presidencia de Chile con una gran popularidad pero con muchas asignaturas pendientes en materia de cambio social, Michelle Bachelet, que el domingo volvió a ganar las elecciones en su país, asegura que ahora sí es tiempo de ir a fondo con las transformaciones que aporten equidad al modelo de estabilidad económica. Para lograrlo deberá ser capaz de amalgamar a su propia coalición de centroizquierda, en la que las posiciones difieren y a veces hasta están enfrentadas. Las principales diferencias radican en el ritmo de la reforma tributaria y la educativa. Están los partidarios de hacer los cambios poco a poco y quienes creen, en cambio, que hay que ser rápidos y tajantes.

Ayer Bachelet explicó por qué esperará hasta la segunda quincena de enero para definir el Gabinete que la acompañará en la investidura del próximo 11 de marzo. «Quiero darme el tiempo necesario para elegir a los mejores, a los que estén plenamente comprometidos con el mandato del programa de gobierno», definió. La declaración revela que la agenda está por encima de sus eventuales ejecutores.

La socialista propone incrementar el impuesto a las grandes empresas y bajar tributos personales en un período de cuatro años. Y en sintonía con las demandas del movimiento estudiantil, esta nueva Bachelet, que se muestra más radical, prevé retomar -aunque no de un día para el otro- la educación universitaria pública y gratuita eliminada durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Los integrantes de la triunfante Nueva Mayoría -socialistas, democristianos y comunistas, además de representantes de otros pequeños partidos de centroizquierda- se enfrentan en estos y en otros asuntos de la nueva agenda social como el del matrimonio igualitario o la despenalización del aborto para casos de violación o de inviabilidad del feto. Con una participación más baja respecto a la primera vuelta (42%), Bachelet, que ya había gobernado Chile entre 2006 y 2010, ganó el domingo con el 62,1 % de los votos contra el 37,8% que obtuvo la rival centroderechista Evelyn Matthei, que representaba la continuidad del actual Gobierno de Sebastián Piñera.

«Hoy abrimos una nueva etapa», celebró la ganadora la noche de su victoria. «Es un privilegio encabezar la patria en un momento histórico en el que el país se miró las heridas y ve las tareas pendientes. Es momento de iniciar transformaciones de fondo», anunció. Bachelet remarcó que será su prioridad «combatir la desigualdad» y luchar por una educación de calidad, «que no sea una mercancía sino un derecho». En Chile la pobreza bajó desde el final de la dictadura y hoy está en el 14,4%, pero el país es uno de los más desiguales de la región.

Nueva Constitución

La recién elegida presidenta también adelantó que habrá una nueva Constitución que remueva definitivamente los amarres que le dejó la carta magna pinochetista, aunque tal como hizo en la campaña eludió definir si ese cambio se hará mediante una Asamblea Constituyente -como pidieron en esta segunda vuelta el 11% de los votantes marcando su papeleta con las letras AC- o a través de una comisión legislativa que elabore una propuesta de cambios y la someta a un plebiscito.

Piñera felicitó por teléfono a su antecesora y ahora sucesora. Se puso a disposición de su futuro Gobierno y le recomendó descansar después de la doble campaña. El todavía presidente la visitó ayer mismo a la hora del desayuno en su casa junto a su esposa, Cecilia Morel. También Matthei la felicitó la noche de los comicios, pero a puerta cerrada. La abanderada de la alianza derechista asumió la derrota con lágrimas. «Mi deseo más profundo y honesto es que le vaya muy bien», dijo sobre su contrincante, y asumió el fracaso como fruto su «exclusiva responsabilidad política».

La candidatura de Matthei nació fallida. Fue la tercera opción del conglomerado que integran Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI) tras las renuncias de Laurence Golborne y de Pablo Longueira. Nunca contó con el apoyo incondicional de los líderes de ambos partidos, ni tampoco del Gobierno. La dejaron sola frente al 'fenómeno Bachelet', que con su simpatía y sus buenos modales se constituyó en una máquina de ganar elecciones.

Ahora los dos partidos de la derecha se enfrentan al desafío de una refundación con un sesgo más moderno y de centro -menos asociado al autoritarismo de Pinochet con quienes muchos de sus dirigentes comulgaron-, o al menos a una renovación que deje paso a los más jóvenes. El diputado Felipe Kast, representante de la nueva generación derechista, salió ayer a agradecer a Matthei el esfuerzo realizado en la campaña, además de ofrecer a su formación para trabajar «por un Chile más justo».

La tarea no será fácil aunque deberán emprenderla si no quieren ser condenados a la irrelevancia. Longueira, que había renunciado a ser candidato por una profunda depresión, ya adelantó que no volverá a la política, en tanto Matthei, por el momento volverá a la actividad privada. Piñera, por su parte, prometió abrir una fundación para elaborar nuevas políticas, una iniciativa polémica que es vista por algunos dirigentes partidarios como un intento de construcción ajena a las estructuras.