Las fuerzas multinacionales evitan el linchamiento de un coronel de la Séléka en Bangui
Actualizado:Las fuerzas desplegadas por la Unión Africana (Fomac) en Bangui evitaron ayer que una multitud enardecida linchara a un coronel de la Séléka que se había presentado, por propia iniciativa, en la prevista reunión entre el arzobispo de la capital de República Centroafricana con el imán de la mezquita central y representantes de los cultos protestantes locales. Las conversaciones estaban destinadas a impulsar una iniciativa conjunta de reconciliación entre las confesiones, y al militar no se le esperaba. «Oímos los gritos y salimos para ver qué sucedía», explica Jaime Moreno, director del Servicio Jesuita a los Refugiados, que también participaba en el encuentro. «La gente decía que había asesinado a muchas personas y quería matarlo».
La turba se había arremolinado en torno a la puerta de la vivienda sacerdotal en la parroquia de Saint Jacques y reclamaba al individuo después de destrozar su coche. El sujeto apareció sin escolta y fue reconocido por los vecinos. Los esfuerzos de la autoridad eclesiástica para calmar los ánimos no tuvieron éxito, por lo que los convocantes del encuentro decidieron llamar a los militares franceses. «Llegaron cuatro blindados, pero como (el general de la Séléka) estaba desarmado, declararon que no podían hacer nada más y se fueron». Los efectivos de la misión africana consiguieron frenar la ira popular que ya se ensañaba con los vehículos de los congregados.
Después de contener a los manifestantes, los soldados extranjeros condujeron a los asistentes al acto hasta su cuartel, donde aún permanece el mando de la guerrilla musulmana. La sensación de impunidad que viene reinando en el país desde que la Séléka se hizo con el poder puede ayudar a explicar el arriesgado comportamiento del guerrillero y la reacción extremadamente airada de la población de Bangui.
Desplazados en peligro
La capital comienza a recuperar su pulso normal, pero las tensiones continúan y las violaciones de los derechos humanos se suceden. La situación sigue siendo también compleja en la ciudad de Bossangoa, al noroeste de Bangui, donde la Séléka había sido reducida, pero un grupo escapó y ha tomado de nuevo las armas. La reanudación de su actividad pone en peligro a unos 7.000 musulmanes que permanecen refugiados en la escuela pública Liberté. Otros 40.000 cristianos están acogidos en el arzobispado.
La comunidad islámica está sufriendo las represalias de quienes han padecido antes los excesos de los autores del golpe de Estado del pasado mes de marzo. La Séléka «no condenó explícitamente los abusos de los milicianos y muchos de sus miembros se beneficiaron de la rapiña», explica el director del Servicio Jesuita a los Refugiados. «El resultado es esta ola de violencia», resume.