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Militares portan el féretro de Mandela, ayer, en la entrada del Union Buildings. A la izquierda, vecinos de Pretoria. :: REUTERS / AFP
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Pretoria hace las paces con Madiba

La capital administrativa de Sudáfrica, de mayoría blanca, se vuelca para despedir al expresidente

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Las calles de Pretoria han rendido un homenaje popular a Nelson Mandela. Los restos del padre de la patria sudafricana, transportados por un vehículo Mercedez Benz, recorrieron lentamente, a lo largo de hora y media, la distancia entre el Hospital Militar y Union Buildings, el complejo gubernamental, recibiendo los aplausos de la multitud reunida en torno a las vallas que delimitaban el itinerario.

La capilla ardiente se abrió al mediodía y, desde entonces, no cesó la cola de individuos que deseaban despedirse de quien fuera máximo dirigente del Congreso Nacional Africano (CNA). El ataúd fue portado por ocho oficiales militares y recibido en el interior del edificio por la viuda Graça Machel, acompañada por los expresidentes Thabo Mbeki y Frederik de Klerk, el último dirigente de la etapa segregacionista. En la sala también se encontraban diversos dignatarios extranjeros como el zimbabuo Robert Mugabe, el nigeriano Goodluck Jonathan o la liberiana Ellen Johnson Sirleaf.

La elección de la capital administrativa para las tres jornadas dedicadas al tributo público posee un componente simbólico que trasciende la mera interpretación emotiva. La ciudad, de unos 750.000 habitantes, fue fundada en 1855 por Andries Pretorius, líder de los Voortrekkers, los emigrantes de origen holandés que colonizaron el interior del país tras derrotar a las tribus zulúes originarias. Aún hoy, los descendientes de europeos son mayoría en el distrito central, atravesado por el coche fúnebre de Mandela, el afrikaans es la lengua más hablada en el área metropolitana y se trata del centro urbano con mayor porcentaje de población blanca de todo el continente. La elección de Tshwane, su nueva denominación ya aprobada aunque no ratificada oficialmente, ha sido contestada por los grupos 'afrikaners' de derechos civiles.

La cuasi extinta Pretoria también se redime de un pasado aciago con Mandela. El fallecido y otros nueve miembros del 'staff' del CNA fueron juzgados en el Tribunal Supremo en un juicio trascendental conocido como el proceso de Rivonia y que culminó en 1964 con la condena que conduciría al líder 'anti-apartheid' a diversas celdas durante cerca de tres décadas. El preso 46664 recuperó la libertad en 1990 y cuatro años después volvió a la capital para asumir su mandato como primer presidente democrático. Actualmente, el principal acceso a la institución que lo condenó se halla en Madiba Street.

Abucheos a Zuma

El abucheo que recibió el presidente Jacob Zuma durante su intervención en el funeral en Soweto constituye el principal argumento de los medios locales de comunicación. El descrédito sufrido por el jefe del Ejecutivo ha sido contestado por diarios cercanos al Gobierno que lo interpretan como un agravio para la imagen internacional de la primera potencia del continente.

Esa postura ha sido rebatida por aquellos que destacan el peso de los numerosos errores y escándalos que se le adjudican y llegan a cuestionar su idoneidad como candidato del partido en el poder en las próximas elecciones de 2014. Entre los detractores confesos destaca Julius Malema, protagonista de una escisión radical de la coalición gobernante que goza de gran ascendiente entre la población más joven. El dirigente de los Luchadores por la Libertad Económica ha requerido la dimisión del dirigente, acusándole de apropiación de dinero público para remodelar su finca privada, un caso que ya es conocido como el 'Zumagate'.

El robo en la casa del arzobispo Desmond Tutu fue otro de los acontecimientos que se conocieron ayer. Los ladrones entraron en su domicilio de Ciudad del Cabo mientras participaba en los actos fúnebres celebrados en Johannesburgo. El incidente también ha servido para que los diarios vuelvan a cuestionar la inseguridad que vive el país, una lacra que se asocia a la proliferación de bandas criminales y la enorme disparidad de ingresos, la mayor del mundo, que experimenta el país del Arco Iris, un apelativo acuñado por la víctima del delito.