Del Nido se despide entre lágrimas y abucheos
El exvicepresidente económico, José María Cruz, se postula como nuevo hombre fuerte de la entidad, mientras Pepe Castro queda como presidente en funciones
SEVILLAActualizado:José María del Nido ya es historia del Sevilla. Al menos en la práctica. En la mañana del lunes dimitió como presidente, tan sólo unos días después de conocerse la sentencia en firme del Supremo que lo condena a siete años de cárcel por distintos delitos económicos y fiscales. Se marcha tras once años, seis meses y nueve días en el cargo. Lo hizo entre aplausos de sus acólitos, los que le han defendido durante más de una década. Pero también lo ha hecho entre abucheos, pancartas y sin cerrar uno de sus frentes abiertos. Fuera de las instalaciones del Pizjuán había quien mostraba alegría por su marcha. Al grito de “ladrones fuera” estuvieron los que llevaron la voz cantante de una parte de la afición que ve con alivio el adiós de alguien que puede haber hecho mucho daño a la imagen nacional e internacional de un club centenario.
Dice «hasta siempre» la persona que ha marcado toda una época viviendo diversas emociones. Desde experimentar las mieles del triunfo hasta conocer el lado malo que ofrece el fracaso en el fútbol. Intentó separar sus funciones como mandamás rojiblanco de su vida privada y de su trabajo como letrado de famosos, políticos y demás personajes de la farándula nacional. Se marcha con un «¡Viva el Sevilla!» final, emulando ese grito de guerra que siempre daba por arenga en las previas a las finales disputadas por el equipo bajo su mandato.
Junto a un torrente de emociones y sentimientos, Del Nido se mostró como pocas veces lo ha hecho en público: cabizbajo, roto, destrozado por los obstáculos que le ha interpuesto la vida. «Pido disculpas por haber sido condenado estando de presidente de la entidad. Me equivoqué y, si hubiera sabido que iba a ser así, no habría dudado en dimitir», reconoció el ya expresidente del club. Después de pronunciar estas palabras sinceras terminó por derrumbarse. Lloró desconsolado, abriendo de par en par su corazón sevillista, según reconoció, para resumir su trayectoria de más de treinta años al servicio del escudo que hoy llevaba pegado a su chaqueta. Desde su añorada época con tan solo 28 años al lado de Luis Cuervas hasta el día en que decidió hacerse cargo de una institución que se caía a pedazos.
«Nadie quería ponerse al frente y yo sí lo hice», remarcó como una nueva batalla personal suya. Buscaba volver a ser, aunque fuera por última vez, aquel hombre que se atribuía a sí mismo el peso de toda responsabilidad. El que equiparara 40 millones de euros con «simple calderilla» y se enfrentara con gigantes cargados de fajos de billetes desde Madrid y Barcelona por jugadores que compraba a precio de saldo y vendía igual que un cargamento de diamantes de la misma Sudáfrica.
Sobre la posibilidad de que dañe la imagen del club su situación personal reconoció que debería haberse marchado antes de que tal momento ocurriera. No negó que su despedida debería haberse producido mucho tiempo atrás, pero hizo especial hincapié en que fueron los propios accionistas quienes apostaron por su continuidad. «Si supiera que iba a pasar esto, no habría dudado en dimitir», matizó para después lanzar un aviso a sus detractores en la prensa nacional: «La gente es inteligente y sabe desligar mi problema personal de mi cargo en la entidad. La historia sabrá valorar mi gestión». Su labor como mandatario es lo que más preocupa a Del Nido. No quiere que la condena le prive de su papel en la historia del Sevilla en particular y del fútbol en general. Llevó a un equipo desahuciado por las deudas, cercano a tener que vender su estadio durante más de 40 años, a lograr el primer título europeo de la entidad y el cuarto tras 60 años sin lograr nada. Hizo temblar a media Europa con un trabajo envidiado por el resto de equipos. Su ego se disparaba proporcionalmente a los éxitos que cosechaba, compartiendo fotos en portadas nacionales a pie de césped junto a príncipes y princesas. Se sabía en la cima del mundo. Nada ni nadie lo podía parar. Hasta que llegó la ciega justicia y no dudó en despertarlo de su sueño poco filantrópico.
Todo atado
Aunque él no ha dicho su última palabra. «No he entrado aún en la cárcel y queda mucho camino para que ocurra. Hay muchas actuaciones ante la propia sala II del Tribunal Supremo», enfatizó recordando el clavo ardiendo al que se aferra: «No sería el primer indultado por el Gobierno en los últimos siglos». Un guiño a la que está siendo su penúltima estratagema. Algunos sectores de la directiva, cercanos y muy ligados al expresidente, han empezado una recogida de firmas para pedir ese indulto deseado. Hay quien asegura que seguirá mandando desde su nueva casa entre rejas o en la sombra. Del Nido lo niega. «No voy a decidir nada desde este mismo momento. Ni tan siquiera sobre cambiar el papel higiénico en los servicios», concluyó con vehemencia.
Pero la realidad es otra. Para empezar el nuevo presidente en funciones es Pepe Castro, el hasta ahora segundo de a bordo y que controla el paquete mayor de acciones a través de una asociación. Queda por resolver la duda de qué posición tendrá ahora en el consejo de administración uno de sus hijos. Desde hace dos años, José María del Nido junior es consejero de la entidad y ha sido postulado como futuro mandamás. Algo similar ocurre con otros hombres de confianza. El jefe de marketing Manuel Vizcaíno, muy criticado, y el director deportivo ‘Monchi’ siempre aseguraron que se irían junto a Del Nido cuando este decidiera -o le obligaran- a dejar el puesto. Su situación queda en el aire. Lo que sí parece más cercano es el regreso de José María Cruz, exvicepresidente económico, que dejó el puesto por desavenencias con determinados consejeros y que ahora ha sido reclamado como hombre fuerte, con poderes de mando absolutos. Todavía no ha contestado. Puede ser quien marque una nueva época en el Sevilla. Porque la era Del Nido ya pasó a la historia. Comienza otra etapa.