NOS EQUIVOCAMOS MUCHO
Actualizado:Los humanos nos equivocamos mucho y tanto más cuanto más complicamos nuestra existencia y debemos analizar el futuro con mayor precisión al ser más graves las posibles consecuencias de nuestras actuaciones. Fíjense en la economía, un campo complejo en el que la psicología se mezcla con la técnica a la hora de producir y con el modo de vida, a la hora de consumir. Los errores en la previsión no empezaron con él, pero él los elevó a la categoría universitaria. Me refiero a Malthus, quien se aventuró a asegurar que la población avanzaba en el mundo a ritmo exponencial, mientras que la disponibilidad de alimentos crecía a un ritmo mucho menor e incapaz de satisfacer todas las nuevas necesidades. Si le hubiésemos hecho caso, quizás no estaría usted leyendo estas líneas, pues no habría nacido al estar solo presentes en la Tierra una quinta parte de sus agresivos habitantes.
Otra buena. ¿Se acuerdan del Club de Roma y de los innumerables institutos de análisis y expertos varios que aventuraron el inminente final por agotamiento de las reservas de petróleo? Como bien saben, nuestro modo de vida nos obliga a consumir ingentes cantidades de combustibles fósiles y esto, nos decían, conducirá, inevitablemente a nuestra extinción en menos de 50 años. Pero, claro, nadie se acordó de la demostrada capacidad del ser humano para innovar, para idear nuevos procesos para producir alimentos, en tierras nuevas y con mayores rendimientos; o para descubrir nuevas reservar en lugares inhóspitos como los fondos de los mares a profundidades antes inalcanzables.
A mí siempre me llamó la atención la frase del jeque Ahmed Zaki Yamani, ministro de Petróleo de Arabia Saudita, cuando aseguró que la era del petróleo no se acabaría por falta de petróleo, como la edad de piedra no se terminó por falta de piedras, lo que constituye una de las afirmaciones más agudas que nunca escuché, además de un acierto pleno. Efectivamente, desde entonces se ha descubierto un volumen de reservas mayores que las contabilizadas entonces, cuando el Club de Roma publicó sus apocalípticas previsiones y ello a pesar de los miles de millones de barriles consumidos desde entonces. Además el precio del crudo, lejos de elevarse a las alturas por causa de la escasez, camina por una senda que si no es plana es descendente.
¿Dónde está el milagro? Pues como siempre en la tecnología que ha permitido descubrir nuevos yacimientos, principalmente de gas, que han derribado los precios y lo van a hacer todavía con mayor virulencia. Una arriesgada afirmación que ya es una certeza en los Estados Unidos y que quizás no lo sea en el resto del mundo. Las limitaciones físicas a los intercambios geográficos de combustibles han parcelado los mercados, haciendo compatibles precios dispares y mucho más reducidos allí que a este lado del Atlántico, en donde estamos 'handicapados' por los temores que provocan las nuevas tecnologías del 'fracking'. Como siempre ocurre en nuestros lares, en este debate recién iniciado se oyen mucho más y mejor los eslóganes que los argumentos y lo dirimen más los parlanchines que los científicos. Pregunten a sus conocidos si están en contra del 'fracking' y oirán gritos ensordecedores. Ahora, pídanles que les expliquen por qué y les verán cómo se meten en un aprieto sin salida.
Lo único cierto es que las ganancias de competitividad que aportan unos bajos precios de la energía se trasladan inmediatamente a la actividad. Así que no se extrañen si los EE UU se adentran en una década de crecimiento sostenido, mientras que por aquí nos arrastramos por un final mortecino de la crisis. Por supuesto que no es el único elemento y ni siquiera el principal para explicar nuestra arteriosclerosis, pero es uno bueno. Mejor dicho, muy bueno.