Obama llevará a sus hijas al funeral de Mandela
El presidente de EE UU lamenta la muerte del «gigante moral» que fue su ejemplo y fuente de inspiración cuando sólo era un joven senador
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarCuando la vida de Nelson Mandela se apagó, las luces del Teatro Apollo se encendieron y las banderas de la Casa Blanca bajaron a media asta. «Cambió nuestro mundo», decía el cartel del teatro de Harlem. El hormiguero humano de Times Square se detuvo a leer la noticia, como si no pudieran creerla a pesar de lo mucho que se había anticipado. Algunos se abrazaban conmovidos. Barack Obama corrió a los micrófonos de la sala de prensa. «No podría imaginar mi vida sin su ejemplo», dijo el primer presidente negro de Estados Unidos. «Mientras viva haré lo que pueda para aprender de él».
A Obama, que acudirá al funeral de este «gigante moral» con su mujer y sus hijas, le acompaña la convicción de que él mismo nunca hubiera llegado a ser presidente y a cambiar la historia de EE UU si no fuera por la inspiración de Mandela. «Mi primera acción política, lo primero que hice que tenía que ver con un tema político, fue participar en una protesta contra el 'apartheid'», confesó el viernes. «Estudié sus palabras y todos sus escritos. El día en que fue puesto en libertad me dio una idea de lo que los seres humanos pueden hacer cuando se guían por sus esperanzas y no por sus miedos».
De ahí surgió el eslogan de la esperanza que habría de acompañarle en su campaña presidencial, madurado durante años. Cuando todavía no era más que un senador novato, Obama le envió una carta con su amiga Oprah Winfrey para que le recibiese durante su visita a Washington en 2005. El encuentro fue breve y fugaz, un apretón de manos en un hotel de la capital, plasmado para la posteridad en una foto que tomó el chófer del joven senador que seguía la estela de Mandela.
En el futuro, cuando la historia de ambos fuese comparada, Obama se mostraría incómodo, casi como una estafa a su lado, especialmente después de ver la diminuta celda en la que el líder sudafricano pasó 27 años encerrado, con apenas una visita de 30 minutos al año y dos cartas censuradas. «Habiendo estado en ese espacio», confió su entonces secretario de prensa Robert Gibbs, «no creo que el presidente pudiera mirar ni el peor de sus días como el mejor que haya podido pasar Mandela en Robben Island».
Sin recibir visitas
Para la segunda visita de Obama a Sudáfrica en junio pasado, Mandela estaba tan enfermo que los médicos le recomendaron no recibir visitas. A Obama no le importó reunirse en su lugar con la familia. «No necesito una foto y lo último que quiero es ser un obstáculo», afirmó.
Más suerte tuvo su secretaria de Estado, Hillary Clinton, que pudo verle por última vez el año pasado, cuando fue invitada a almorzar en su casa durante un viaje al país. La presidencia de Mandela había coincidido con la de Bill Clinton, por lo que la ex primera dama ya lo consideraba un amigo. Sin embargo, no fue hasta el final del mandato de George W. Bush, en 2008, cuando el Congreso Nacional Africano salió de la lista de terroristas y el líder pacifista dejó de necesitar un permiso especial para visitar Estados Unidos.
Todavía cuando el senador Ted Cruz le aclamó en Facebook como un defensor de la libertad, algunos de sus seguidores del Tea Party le recordaron con saña que hasta hace poco era un «terrorista» que «admitía haber lanzado granadas a los colegios» y «admiraba la revolución comunista de Castro», escribieron molestos. «Supongo que sólo has visto las películas de Hollywood».