Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
El alcalde De Blasio escucha a Bill Bratton tras nombrarlo nuevo jefe de la Policía de Nueva York. :: S. P. / AFP
MUNDO

De Blasio pone a una estrella mundial al mando de la Policía de Nueva York

La designación del 'duro' Bill Bratton permite al recién elegido alcalde De Blasio acallar las voces que los calificaba de tolerante con el crimen

MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL
NUEVA YORK.Actualizado:

La mayor fuerza policial del mundo tendrá a partir de enero un nuevo líder: el bostoniano de origen irlandés William Bratton. Su elección por el nuevo alcalde de Nueva York, Bill de Blassio, apaga las voces de los críticos, que durante la campaña electoral anticipaban que sería blando con la delincuencia y permitiría que la violencia regresara a la ciudad.

Bratton es una celebridad mundial en su campo, conocido por su mano dura contra el crimen, las innovaciones tecnológicas y su apoyo al cuerpo policial. Cuando dirigió la Policía de Tráfico de Nueva York armó a todos los agentes con pistolas de 9 milímetros para reforzar su autoridad y cuando pasó a liderar el cuerpo policial de 35.000 agentes que patrulla la Gran Manzana promovió la descentralización y la aparición de líderes a los que motivaba con ascensos. Por todo ello los sindicatos policiales, los fiscales y otras autoridades entre las que se incluye el propio exalcalde republicano Rudy Giuliani, que supuestamente representa la antítesis de De Blasio, aplaudieron ayer el anuncio de su nombramiento. Son las minorías a las que el nuevo alcalde ha jurado proteger las que recelan de Bratton.

De Blasio fue siempre muy crítico con las tácticas de su predecesor, Michael Bloomberg, que, bajo el mando del comisario Raymond Kelly abusó del poder policial para detener y cachear masivamente en perjuicio de negros y latinos, a menudo interceptados por su color de piel más que por una sospecha concreta. De Blasio y su familia multirracial atacaron con dureza un programa tachado por la Justicia de racista. Pero ahora, tras ganar las elecciones, llega la hora de poner los cimientos de su mandato y se inclina por el superpolicía de mano dura que descubrió Giuliani, en lugar del afroamericano Philip Banks o el hispano Rafael Piñeiro.

Bratton, de 66 años, era ya a los 32 lugarteniente de la Policía de Boston. Y en este puesto llevaba menos de seis meses cuando Giuliani lo convenció para encabezar la política de mano dura contra el crimen que había prometido durante la campaña. En realidad, la delincuencia ya había descendido en los tres años anteriores bajo el alcalde David Dinkins, pero la «tolerancia cero» incrementó las detenciones por delitos menores como beber u orinar en público. Durante los apenas tres años de Bratton en el cargo, las detenciones por posesión de drogas aumentaron en un 97%, arremetió contra los grafiteros y los sin techo y limpió la imagen de una ciudad en la que el crimen ha descendió cada año durante dos décadas hasta situarse en los niveles más bajos de la historia.

Héroes en la ciudad

Bratton y Giuliani compartían el crédito hasta que el alcalde con ambiciones presidenciales vio a su jefe de policía en la portada de la revista Time y decidió que no había sitio para dos héroes en la ciudad. Así fue como el bostoniano pasó a dirigir el segundo cuerpo policial del país en Los Ángeles, donde a lo largo de siete años se reconcilió con algunos de los activistas que ni se hablaban con él en Nueva York. Es el caso del reverendo Al Sharpton, que ayer resultó especialmente cauto al valorar su nombramiento. «Bratton conoce mi preocupación por los abusos raciales», explicó, «pero también es consciente de mi deseo de que siga bajando el crimen en nuestra comunidad».

Para cuando Bratton cambió la Policía de Los Ángeles por una empresa de seguridad privada, con la que ha asesorado a clientes como el primer ministro británico David Cameron, el 51% de los habitantes de la ciudad californiana decían sentirse tratados con respeto por los agentes, en comparación con el 44% de cuatro años antes. Y eso es lo que le da el beneficio de la duda en su reencarnación neoyorquina.