Jóvenes de Hezbolá cargan un cartel con la imagen del asesinado Hasán al Laquis durante su funeral ayer en la ciudad libanesa de Baalbeck. :: MOHAMED AZAKIR / REUTERS
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Hezbolá paga muy caro su papel en Siria

Dos grupos suníes se hacen responsables del asesinato en Beirut de Hasán al Laquis, que combatió en el país vecino en ayuda de El-Asad

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Hezbolá tiene un nuevo mártir de alto rango y vuelve a pagar muy cara su implicación directa en la guerra de Siria. Como en el caso de Imad Mugniye, jefe del brazo militar asesinado en Damasco hace cinco años, el rostro del comandante Hasán Hulo al Laqis colgará a partir de ahora de los balcones de los barrios con seguidores del Partido de Dios a lo largo de Líbano, después de caer abatido en su garaje del sur de Beirut con cinco tiros en la cabeza la noche del martes.

Al igual que en el caso de Mugniye, a quien mataron con una bomba colocada en el reposacabezas de su coche, la milicia chií augura a Israel que «soportará la plena responsabilidad y todas las consecuencias por este odioso crimen». El vecino israelí, que en 2006 libró una guerra de 34 días contra Hezbolá, sin embargo, negó cualquier implicación a través del portavoz del Ministerio de Exteriores. Yigal Palmor aseguró que «esto no tiene estrictamente nada que ver con Israel. Hezbolá se ha puesto en evidencia en el pasado con estas acusaciones automáticas e infundadas. Si buscan explicaciones sobre lo que les está ocurriendo, deberían examinar sus propias acciones». Esta negativa representa una de las grandes diferencias con el asesinato de Mugniye, ya que entonces Tel Aviv se limitó a guardar silencio.

Israel enmarca el ataque contra la milicia libanesa en el contexto de la guerra en Siria, que desde su estallido ha reavivado las rivalidades entre suníes y chiíes de Líbano, detractores y partidarios de Bashar el-Asad respectivamente. Desde julio, tres coches bomba han explotado en la zona que controla Hezbolá en Beirut matando a decenas de personas; el último la semana pasada frente a la Embajada de Irán. 24 horas antes del atentado contra el dirigente militar chií, el secretario general del grupo, Hasán Nasralá, acusó a Arabia Saudí, la gran potencia suní y rival de Irán por el poder en la región, de estar detrás de la operación contra la legación iraní a través de la Brigadas Azzam.

Mientras Al Laqis era despedido con todos los honores en la ciudad de Baalbeck, en el Valle de la Bekaa, medios como The Daily Star comenzaron a ofrecer detalles de la trayectoria de un comandante vinculado a la milicia desde su nacimiento a comienzos de los años 80 y que perdió un hijo en la guerra contra Israel de 2006.

Una fuente cercana a la milicia confesó al diario libanés que «habían intentado matarle ya en nueve ocasiones, sin éxito», y aseguró que en la actualidad Hasán Hulo al Laqis, que habría tomado parte en los combates en Siria, era «una figura clave en la aplicación de las nuevas tecnologías a la milicia», entre ellas «el programa de aviones no tripulados».

Sólo la muerte saca a la luz pública los rostros de figuras clave de la milicia como Mugniye o Al Laqis, acostumbrados a vivir en la más estricta clandestinidad. Los 'Suníes Libres en Baalbeck' fueron los primeros en reclamar la autoría de la acción contra uno de los grandes líderes del brazo armado del grupo chií, a través de un mensaje de Twitter en el que calificaron el asesinato como «el cumplimiento de la promesa» en respuesta al papel que Hezbolá juega en la vecina Siria.

Petición del Papa

Poco después fue la Brigada de los Partidarios de la Nación Islámica la que aseguró haber matado al mando del Partido de Dios en represalia por «la masacre de Qusair», localidad siria cerca de la frontera con Líbano tomada por el Ejército de Damasco con apoyo de la milicia chií libanesa en verano después de duros combates.

La guerra al otro lado de la frontera continúa su curso y la conferencia de paz de Ginebra parece inalcanzable. Ejército y opositores armados combaten desde hace semanas en la zona de Qalamon, fronteriza con Líbano, en la que se encuentran lugares como la aldea cristiana de Malula, último reducto del arameo, la lengua de Jesús. El Papa Francisco pidió ayer la liberación de las monjas del monasterio de Santa Tecla retenidas por rebeldes desde el lunes.