El niño devora al 'Tigre de Madrás'
Magnus Carlsen, el joven prodigio noruego, derrota al indio Viswanathan Anand y se proclama campeón del mundo de ajedrez a los 22 años
Actualizado:«La vida es demasiado corta para el ajedrez», exclamaba con desánimo un Lord Byron resignado a perderse en el tiempo sin haber conseguido comprender del todo la profundidad del juego de los 64 escaques. Magnus Carlsen se ha decidido a tirar por tierra la aseveración del insigne poeta romántico inglés dando pasos de siete leguas con sus modernas botas de imberbe talentoso, irreverente y descarado, en su objetivo de hacer astillas las normas clásicas del tablero, sin tropezar en los caminos de trampas y piedras diseñados por los grandes maestros planetarios de la táctica y el ingenio en su lucha por derribar al alfil noruego, convertido ya en el rey blanco tras derrotar y arrebatar el título mundial a Viswanathan Anand. El nórdico abatió al ‘Tigre de Madrás’ -cuya residencia habitual se encuentra en la localidad madrileña de Collado Mediano- en su propia casa, ante sus fervorosos seguidores, y le arrebató el cetro que ostentaba desde 2007 tras alcanzar los 6,5 puntos en la décima partida frente a los insuficientes 3,5 sumados por el indio en un combate pactado a doce duelos.
El joven de 22 años (cumplirá los 23 el 30 de noviembre) ha ido dinamitando los sólidos cimientos del ajedrez, anclados bajo el peso de la arena de los siglos, desde que con ocho comenzó a prestar atención a las normas que su padre le había enseñado años antes de una disciplina que exige tanto rigor táctico, orden, bagaje teórico y paciencia, como imaginación, frescura mental, osadía y valor en el caos. La instrucción ayuda a desarrollar las primeras capacidades, las segundas -precisamente en las que mejor se mueve Carlsen- se pueden potenciar, pero tienen un componente innato que marca la diferencia entre el talento y el genio. Y el nuevo campeón es reconocido como un genio por rivales y antecesores. Como Gari Kaspárov -el único campeón más precoz que el noruego-, que ve en la estrella nacida en Tonsberg una mezcla mejorada de su eterno rival, Anatoli Kárpov, y del mito Bobby Fisher.
Comparado con Mozart por la tierna edad a la que empezó a mostrar sus asombrosas capacidades, como antes lo fueron otros, como el cubano José Raúl Capablanca, el juego que aprendió a tan temprana edad no era más que una ocupación que añadir a otras que consideraba normales, un reto más para su capacidad nemotécnica, como antes lo habían sido los rompecabezas de 50 piezas cuando no había alcanzado aún los dos años o como cuando se aprendió todos los países de la Tierra, con su capitales, o los nombres y la población de los 430 ayuntamientos de su país.
Su coeficiente intelectual es de 186 (un punto menos que Albert Einstein), y su evolución en el mundo del ajedrez ha sido meteórica. Con 13 años, cuatro meses y 27 días se convirtió en gran maestro y a esa misma edad fue capaz de derrotar a Kárpov y firmar tablas ante Kaspárov en un torneo disputado en Islandia. A los 19 ya era el número uno del mundo y a principios de este año batió el récord de puntuación ELO del ‘Ogro de Bakú’ con 2.849 puntos.
A la par que acumulaba hitos y títulos, Magnus Carlsen ha ido creciendo para pasar de niño prodigio a personaje mediático, no sólo en Noruega, en donde es un ídolo juvenil y un héroe nacional, sino también a nivel mundial, con unos patrocinadores personales que le aportan unos beneficios anuales que superan ampliamente el millón de euros -recibirá además otros 600.000 por el reciente título-. Lo sabe y aprovecha su posición como emergente estrella social, como se puede comprobar en su web oficial, magnuscarlsen.com, en la que muestra un perfil moderno y una imagen sofisticada que no hace sino aumentar sus posibilidades para incorporarse a la selecta lista de iconos deportivos universales.