El sacerdote José María Gil Tamayo, nuevo secretario general de la jerarquía católica, en el despacho de su casa en Badajoz. :: CASIMIRO MORENO
Sociedad

Los obispos eligen a un comunicador para sustituir a Martínez Camino

Los prelados confían a un sacerdote del Opus Dei bien visto en el Vaticano la tarea de ser la cara visible de la Iglesia

MADRID. Actualizado: Guardar
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El sacerdote del Opus Dei y periodista José María Gil Tamayo es el nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal para el próximo quinquenio. Gil Tamayo, quien conoce el lenguaje de los medios de comunicación, sustituye en el cargo al jesuita Juan Antonio Martínez Camino, mano derecha durante diez años del todavía presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela. El cura extremeño, de 56 años, fue elegido por una contundente mayoría de 48 votos, frente a los 17 cosechados por el obispo de Guadix-Baza, Ginés García Beltrán, y los 12 de César Franco, obispo auxiliar de Madrid.

Tamayo necesitó solo una votación en la asamblea plenaria para imponerse. Su candidatura, como la de García Beltrán, venía avalada por el apoyo de diez obispos. La elección de Tamayo significa en una primera lectura que los obispos han apostado por un hombre con amplia experiencia en el trato con la prensa, con cuyos miembros tiene un trato cordial, para difundir el mensaje de la Iglesia. No en vano, durante 13 años, Gil Tamayo fue director del Secretariado de la Comisión de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal (1998-2011). Por añadidura, conoce los engranajes de la Conferencia Episcopal, aunque hace dos años abandonó la sede de la institución. Unos lo interpretaron como un despido; otros, en cambio, alegaron que se iba para cuidar a su madre octogenaria.

La de García Tamayo representaba la opción técnica, frente al temperamento moderado de García Beltrán y el conservadurismo de César Franco, prelado fiel a Rouco, cuya estrella empieza a declinar ante los nuevos aires que soplan de Roma desde la elección del Papa Francisco. La derrota de César Franco confirma que los prelados se han resistido a que la herencia de Rouco se perpetuase tras su retirada. En marzo del año que viene la jerarquía eclesiástica tendrá que designar a un nuevo presidente de la Conferencia Episcopal para reemplazar a Rouco, que se va después de tres trienios -dos de ellos consecutivos- llevando las riendas de la Iglesia. Su retirada es preceptiva, ya que Rouco, de 77 años, ha cumplido con creces la edad canónica de jubilación, establecida en los 75.

Gil Tamayo, que ha coordinado la programación religiosa de TVE y Radio Nacional de España, no es un desconocido para el Vaticano. En el último conclave en que fue elegido Jorge Mario Bergoglio como sucesor de Benedicto XVI, Tamayo ejerció de portavoz de la Santa Sede para los medios de comunicación en lengua española. No en balde, entre las primeras felicitaciones que recibió se encontraba la de Federico Lombardi, portavoz del Vaticano.

«Que Dios les perdone», dijo con ironía al conocer la noticia de su nombramiento. El director de la Oficina de Información del episcopado, Isidro Catela, aseguró que en los próximos días el nuevo secretario general decidirá si deslinda sus funciones ejecutivas de las de portavoz. El secretario general tiene la potestad de «nombrar los vicesecretarios que considere oportunos», los cuales deben recibir la aprobación posterior de la Comisión Permanente, dijo Catela. No obstante, sería inconsecuente recuperar a un profesional con grandes dotes de comunicador para no ejercer de tal.

Gil Tamayo es miembro de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, unida a la prelatura del Opus Dei, aunque él es un sacerdote de la archidiócesis de Mérida-Badajoz. ¿Puede un cura del poderoso y conservador Opus Dei infundir aires de renovación en la Iglesia, en sintonía con los deseos del Papa Francisco? En un artículo reciente, el propio Gil Tamayo aducía que se equivocan quienes ven en el pontificado de Bergoglio una alternativa a los «35 años anteriores del gobierno eclesial». El sacerdote aseguraba que la Iglesia no se rige por la «dialéctica política», como si ahora tuvieran que imponerse «reivindicaciones de ruptura».

Las responsabilidades de secretario general no se limitan a la de ser la voz de la jerarquía eclesiástica. También figura entre sus cometidos ejercer de enlace entre los distintos órganos del episcopado y los prelados, al tiempo que suele oficiar de interlocutor con el Gobierno.