Obama revive el espíritu de Kennedy
La entrega de las Medallas de la Libertad, la mayor distinción civil del EE UU, se convierte en un emotivo homenaje al presidente asesinado
NUEVA YORK .Actualizado:Para Barack Obama, el día en que entrega las Medallas de la Libertad es uno de sus momentos favoritos del año, dijo ayer. Esa festividad anual para adjudicar la mayor distinción civil del Gobierno estadounidense se vio ayer teñida por un velo de melancolía, al coincidir con el 50 aniversario de la muerte de John F. Kennedy, el presidente que la instituyó.
«No preguntes qué puede hacer por ti tu país, sino qué puedes hacer tú por él», dijo Kennedy en su famoso discurso inaugural. De acuerdo con esa filosofía de inspirar a los estadounidenses a participar en el servicio público y promover la participación de la sociedad civil, Kennedy firmó en febrero de 1963 una orden ejecutiva con la que creaba la Medalla de la Libertad, siguiendo los pasos de Harry Truman. Poco podía imaginar el malogrado presidente que entonces apenas tenía 45 años, que no viviría para entregarla. En diciembre de ese mismo año, su vicepresidente y sucesor Lyndon Johnson adjudicó las primeras a un grupo de distinguidos intelectuales entre los que se encontraba el músico catalán Pau Casals. Johnson también concedió ese año dos a título póstumo, una para el propio Kennedy y otra para el Papa Juan XXIII.
Ayer, el honor que soñó Kennedy correspondió a 16 estadounidenses entre los que destacaban el músico cubanoamericano Arturo Sandoval, la autora feminista Gloria Steinem, la reina de la televisión Oprah Winfrey y el editor del The Washington Post, Ben Bradley, que dirigió el periódico durante el 'caso Watergate' y logró la publicación de los papeles del Pentágono. Pero de entre todos, el más destacado y al que Obama mostró la sonrisa más satisfecha fue el expresidente Bill Clinton, que como el resto de los galardonados fue escogido personalmente por Obama para recibir este mérito. El mandatario aprovechó la oportunidad para agradecerle públicamente los muchos consejos.
El matrimonio Clinton acompañaría después a los Obama hasta el cementerio de Arlington, donde depositaron una corona de flores ante la llama que brilla sobre la tumba de Kennedy. No hubo ningún descendiente directo para celebrar este 50 aniversario, pero sí la presencia de su cuñada Ethel, viuda de Robert Kennedy, y del nieto póstumo del expresidente, Jack Schlossberg, de 20 años, que ha heredado el abundante flequillo de su abuelo.
Todos los estadounidenses echaban de menos a su única hija viva, Caroline, que con la presentación de credenciales como embajadora en Japón ha encontrado este año la coartada perfecta para evitar la lluvia de homenajes.