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MUNDO

Los jóvenes revolucionarios egipcios vuelven a Tahrir

Varios centenares de personas recordaron a los más de 40 civiles fallecidos hace dos años a manos de las fuerzas de seguridad en El Cairo

PAULA ROSAS
EL CAIRO.Actualizado:

Habían estado ausentes desde el pasado verano, descolocados por el golpe de Estado militar que acabó con la presidencia de Mohamed Mursi y eclipsados por los jóvenes del movimiento Tamarrud (Rebelión), que lideró las protestas masivas contra el islamista. Pero ayer, la juventud revolucionaria egipcia volvió a recuperar por unas horas la plaza Tahrir, ese espacio de la capital que ellos convirtieron en un icono de libertad hace más de dos años y medio, y que había sido arrebatado por los islamistas y más tarde por los defensores de los militares.

Alzando el nuevo símbolo de la mano que extiende tres dedos, en respuesta a los cuatro que utilizan los islamistas, varios centenares de jóvenes recordaron ayer a los más de 40 civiles fallecidos a manos de las fuerzas de seguridad hace dos años en la calle Mohamed Mahmud, cerca de la plaza Tahrir. «Ni Ejército, ni Hermanos Musulmanes, ni 'fulul' (seguidores del antiguo régimen de Mubarak). Eso es lo que quieren decir los tres dedos, y eso es lo que hace mantener encendida la llama de la revolución», explicaba ayer Amir Taki, del Instituto de El Cairo para Estudios de Derechos Humanos.

A pocos metros de allí, en el centro de la gran rotonda que ha visto caer a Hosni Mubarak y un par de años después también al primer civil elegido en las urnas en Egipto, el monumento a los fallecidos en la revolución inaugurado el lunes se había convertido ya ayer en una montaña de escombros. Lleno de pintadas contra los militares y los Hermanos Musulmanes, el pedestal en el que el nuevo gobierno respaldado por el Ejército quería erigir un monumento a los 'mártires' servía ayer de base para un gran ataúd cubierto por la bandera egipcia colocado por los jóvenes revolucionarios.

«Quieren reescribir la Historia, limpiar su imagen. Que los militares quieran apropiarse de nuestros muertos es una auténtica tomadura de pelo», sentenciaba Taki.