La cultura como una manera de estar en el mundo
MADRID. Actualizado: Guardar¿Qué significa ser una persona 'culta'?, se cuestionó Doris Lessing en su vibrante discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias en 2001. Sobre esta pregunta pivotó una argumentación que debería ser de obligada lectura para todos los ministros de Educación del mundo. La adorable ancianita Lessing, que entonces contaba con 82 años, recordó la importancia de que el ser humano se cultivara completamente como un bálsamo para la concordia y una medicina contra el odio. «Érase una vez un tiempo -y parece muy lejano ya- en el que existía una figura respetada, la persona culta (.) La educación de antaño habría contemplado la literatura e historia griegas y latinas, y la Biblia, como la base para todo lo demás. Él -o ella- leía a los clásicos de su propio país, tal vez a uno o dos de Asia, y a los más conocidos escritores de otros países europeos, a Goethe, a Shakespeare, a Cervantes, a los grandes rusos, a Rousseau. Una persona culta de Argentina se reunía con alguien similar de España, uno de San Petersburgo se reunía con su homólogo en Noruega, un viajero de Francia pasaba tiempo con otro de Gran Bretaña y se comprendían, compartían una cultura (.)».
Frente a esta amplia formación humanista que unía a los seres humanos de todo el mundo, Lessing contraponía la tendencia que observaba cada vez más en la sociedad actual, la de una especialización que olvidaba «la lectura, los libros, la cultura literaria». «Hay un nuevo tipo de persona culta, que pasa por el colegio y la universidad durante veinte, veinticinco años, que sabe todo sobre una materia -la informática, el derecho, la economía, la política- pero que no sabe nada de otras cosas, nada de literatura, arte, historia», se lamentaba.