Detalles de campeón
Actualizado: GuardarQue nadie intente convencerme de que partidos como el que disputó España el pasado sábado en Guinea Ecuatorial sirven para algo más que no sea llenar los bolsillos de la Federación y sus dirigentes y derramar nuestro talento por todo el planeta, a cuenta y riesgo de que al final lo que terminen derramando algunos sea sangre. Vicente Del Bosque está en su derecho, y quizá en su deber, de intentar hacernos ver que todo es normal, que España va bien; que llevarse a miles de kilómetros a la selección para ‘competir’ ante rivales de un nivel sensiblemente inferior al del 99% de equipos que estarán en el Mundial de Brasil sirve para algo; que pudo sacar conclusiones de lo que vivió en Malabo y de lo que vivirá mañana en el Soccer City, aunque la cita se acerca más a rememorar la página más gloriosa de la historia de nuestro fútbol y pensar en un futuro más a largo plazo.
Si puedes contar con las manos de una mano los encuentros pre-Mundial de que dispones debido al apretado calendario, estoy seguro de que la distribución ideal en cuanto a rivales y sedes sería otra bien distinta a la que tiene prevista la selección española. No me valen los «gestos necesarios» como campeones del Mundo ni la simbología de cara a la galería, tanto positiva como negativa. Tampoco me detendré en temas políticos que encierran muchas incongruencias y episodios de cinismo en nuestro día a día.
La prueba más evidente, y reciente, de que el ‘ajetreo’ innecesario termina pasando factura la tenemos en la figura de la mayor figura. Messi lleva dos meses ‘desaparecido’ y se va a llevar otros dos sin competir porque a algún lumbreras se le ocurrió que este verano tenía que dar tres vueltas al mundo en solo 64 días para cumplir con una agenda llena de compromisos. Y ya se sabe que es mejor prevenir que curar. Que después las inyecciones como las que nos puso Brasil en la Copa Confederaciones tardan tiempo en asimilarse.