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El sector naval recibe la puntilla

La pérdida del encargo de los cuatro gaseros supone la de la última gran esperanza de conservar una carga de trabajo notable en las factorías de la Bahía de Cádiz

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El hombre es el único animal que se deja influir, y cómo, por las expectativas. En la peor de las situaciones, es capaz de llenarse de fuerza y ánimo si está en creencia de que vendrán días mejores. En la más cómoda de las situaciones, cae en el desánimo si da por segura la llegada de alguna desgracia. Las plantillas de los astilleros de la Bahía y los dirigentes institucionales vivían, y ofrecían, la certeza de que la sequía de encargos del sector naval llegaba a su fin. El contrato de construcción de cuatro gaseros, con opción a un quinto, se daba casi por seguro y supondría el bálsamo que garantizara la rentabilidad, la calma, de un sector industrial fundamental para la economía de la zona, herida de gravedad. Finalmente, como tantas veces, como tantas factorías, promesas y líneas de producción, voló. Hacia Japón y Corea del Sur, en este caso. El motivo, el de siempre pero empeorado. El coste de los gaseros baja en aquellos países un 30% porque la mano de obra y el resto de la producción resulta mucho más barata. Además, esta vez, al parecer ha pesado el mayor nivel tecnológico de aquellos remotos astilleros. Es decir, ahora no sólo son más baratos, parece que son mejores.

El resultado del chasco, el mayor en años, es un sector naval mano sobre mano, sin más consuelo que la calderilla de las reparaciones, con cientos de operarios sin faena y un futuro incierto. La amenaza de la conflictividad laboral se cierne de nuevo sobre las plantas de Navantia y, por extensión, sobre toda la ciudadanía. Ni el Gobierno ni la empresa dan por perdido aún el encargo pero admiten la derrota en un 99% así que no queda nada. En el horizonte, a medio plazo, no hay más encargos. Y las próximas promesas serán difíciles de creer.