Madrid, como el bono basura
La huelga de la limpieza asesta un severo golpe a la imagen de la capital en el exterior. Botella da 48 horas para arreglar el conflicto
MADRIDActualizado:Madrid en la basura», titulaba en su edición de ayer el diario ‘Le Figaro’ bajo una foto que mostraba una montaña de porquería apilada junto a unos contenedores en una acera de la capital española. Los mensajes de otras grandes cabeceras internacionales no diferían demasiado: «Madrid, capital de la basura» (‘Frankfurter Allgemeine Zeitung’), «La basura se acumula en Madrid» (‘Wall Street Journal’) o «Madrid, inundado de basura» (‘Le Monde’). Si se cumple eso de que a perro flaco todo son pulgas, la contundencia con la que se emplea estos días la prensa extranjera debe ser un claro síntoma de que la ciudad gobernada por Ana Botella bordea el desfallecimiento.
La huelga que mantienen desde hace diez días los servicios de limpieza ha actuado de espoleta y ha hecho salir a la luz el listado de reveses que ha recibido la capital en los últimos meses. Si el lunes era el ‘Frankfurter’ el que aprovechaba la acumulación de basura para repasar episodios como el varapalo de los Juegos Olímpicos, la pérdida de turistas o «el dudoso proyecto de Eurovegas», ayer era el ‘Financial Times’ el que citaba la huelga como el último golpe al progresivo deterioro del prestigio internacional de Madrid. «Los madrileños tienen que abrirse paso a través de calles llenas de bolsas de basura, vidrios rotos y excrementos de perros», describía con científica minuciosidad el diario económico británico.
Paul Hamilos es corresponsal en Madrid del también británico diario ‘The Guardian’ y no tiene pelos en la lengua: «Si hace diez años te juntabas con un grupo de amigos en Londres y empezabas a hablar de Madrid, todos hacían comentarios sobre las películas de Almodóvar, los tesoros artísticos del Prado o los equipos de fútbol. Ahora, sin embargo, Madrid únicamente se asocia a crisis y corrupción, su imagen ha caído en picado, y episodios como la huelga de estos días no ayudan a cambiar las cosas». Hamilos se declara un apasionado de España y los españoles, pero no termina de entender que servicios públicos tan elementales como la recogida de la basura estén sometidos al vaivén del rifirrafe político. «El debate político español es lamentable, en general los profesionales de la política tienen en España un nivel muy bajo», censura.
Caos junto a Doña manolita
Mientras la prensa internacional nos recuerda que la imagen de Madrid está cada día más cerca del bono basura, la acumulación de porquería dibuja paisajes que remiten a una fantasía onírica. En la calle Preciados, por ejemplo, convivían en sorprendente armonía el caos de desechos que se apilaban a pie de papeleras y contenedores con la disciplinada cola que se alineaba en el exterior de Doña Manolita para adquirir décimos del sorteo de Navidad.
Los residuos empezaban a desprender un olorcillo nauseabundo en el décimo día de huelga aunque la alcaldesa volvió a insistir en que no hay riesgo para la salud, algo que fue refrendado por la ministra de Sanidad, su correligionaria Ana Mato. Lo que no supo precisar Ana Botella, sin embargo, es en qué medida se estaban cumpliendo los servicios mínimos aunque el panorama que exhiben las calles de la capital es bastante elocuente al respecto. Los pocos operarios disponibles salen escoltados por la Policía.
El paro indefinido ha sido convocado por los sindicatos para exigir la retirada de los ERE que plantean tres de las cuatro empresas concesionarias (OHL, FCC y Valoriza). Los expedientes afectarían en principio a 1.134 de los 6.000 empleados del servicio, aunque la última oferta ha rebajado esa cifra a 625 con descuentos salariales generalizados al resto.
La alcaldesa calificó ayer la huelga de «salvaje» y advirtió de que la ciudad «no puede esperar más a que se pongan de acuerdo» las concesionarias y los trabajadores para zanjar el conflicto. Si no hay acuerdo en 48 horas, avisó Botella en un ultimátum, el Ayuntamiento trasladará a la Fiscalía que no se están cumpliendo los servicios mínimos y encargará a la empresa pública Tragsa que asuma el servicio con cargo a las adjudicatarias. El conflicto ha desgastado a tal punto la imagen de la alcaldesa que representantes del PP como Vicente Martínez-Pujalte le instaron a «presionar» a las empresas para acabar con la «deplorable» situación en las calles. Poco después, la dirección nacional salió en apoyo de Botella.