EL ARTE DE PERICO
Actualizado:Ya es la niña bonita de Carranza. Las miradas le marcan mejor que los zagueros. El murmullo aguarda en la antesala, le precede justo antes de que adormezca el balón en su zurda. Se escucha el silencio en ese instante mágico, el que amortiza tiempo y dinero en un entretenimiento como este.
Perico ya reina. El cadismo gusta del fútbol arte, del duende, de la magia. Prefiere el fino estilete al obrero, (mal)acostumbrado a esa década en la élite que ha marcado su centenaria historia. Valora a los Linares, Manolito, Raúl López o Bezares pero se entrega a los Mejías, Pavoni o Lucas Lobos. Son los que le merecen abonar la entrada, prolongar el idilio año tras año.
El boquerón desplegaba este domingo sobre Carranza gran parte de su espectacular arsenal. Es un futbolista más vistoso que efectivo, que a veces ralentiza en exceso el juego fugaz de su equipo. Le cuesta cerrar espacios, tapar huecos cuando la bola, aquello que ansía más que cualquier cosa cuando se viste de corto, es propiedad del adversario. Las lesiones de los últimos años le han restado chispa, y le roban demasiados partidos a lo largo de la temporada.
Pero es que como tenga la tarde, la faena es de dos orejas, rabo y vuelta al ruedo. Perico es precisamente, aunque parezca una contradicción, quien da la pausa a este Cádiz cuando se pasa de revoluciones; el que al compás de su batuta compone la mejor sinfonía que puede recitar esta plantilla. La calidad, el último pase, el quiebro, la sorpresa de lo inesperado, la imprevisibilidad. Habrá que mimarlo, pues sobre su dorsal pesará toda esa presión, y deberá asumir tanto los aplausos como los pitos, que llegarán. Tiene personalidad para ello. Y el cadismo, que disfrute. No es fácil encontrar este tipo de futbolistas en el pozo. Es un mirlo blanco, un Perico que este domingo ya ha echado a volar.