Cristiano, entre la exhibición y la siesta
Con un triplete del crack portugués aclamado al grito de «¡Balón de Oro!», el Madrid arrolla a la Real y encuentra el equilibrio, aunque sólo en el primer tiempo
MADRID Actualizado:Otra vez el Real Madrid de las dos caras. Se exhibió en la primera parte, en la que aprovechó las debilidades de la Real, se divirtió, pasó por encima del rival, goleó y no concedió una sola ocasión, y se durmió tras el descanso, para provocar de nuevo, con una actitud muy reprochable, los pitos de un Bernabéu desconcertado. En esta ocasión el Madrid no tiró el período inicial, sino el segundo tiempo, dejándose llevar después de haber pasado por encima del conjunto donostiarra, desbordado en defensa por un equipo que ofreció un notable rendimiento en la primera mitad, solidario en el ataque y en la contención, con Cristiano, Benzema y el trivote de la medular (Khedira-Xabi Alonso-Modric) como protagonistas estelares.
Sin embargo, con el choque sentenciado, el disfrute y el sacrificio se transformaron en aburrimiento y desidia, hasta que el enorme Cristiano, aclamado al grito de «¡Balón de Oro! ¡Balón de Oro!», volvió a despertar a la afición y a su equipo, con un golazo de libre directo, su tercer tanto en una tarde en la que el crack portugués confirmó que, en este momento, no hay en el mundo futbolista mejor y más determinante. Por si no tenía bastante, Blatter le ha enrabietado y el Madrid se regocija con el espéctaculo y los goles de Cristiano, ya 16 en esta Liga en la que el Madrid, aunque progrese, continúa dando tumbos, con un ataque demoledor, pero con una defensa con demasiadas dudas. Al menos, por fin tuvo equilibrio real durante 45 minutos de insultante dominio blanco. Cuando la decepcionante Real quiso reaccionar, favorecida porque el Madrid se relajó, se echó totalmente atrás y dejó jugar a un enemigo menor al que asustó muy pronto Cristiano con un zapatazo seco al larguero, ya había sido vapuleada.
Carlo Ancelotti, que ya no renunciará a un sistema (4-3-3) en el que Isco y Di María son los principales damnificados, garantizó que el fútbol del Madrid mejorará con Xabi Alonso y, beneficiándose del temor de la Real y de la ausencia de presión del conjunto donostiarra, los blancos se dieron un festín. Liderados por un Cristiano sin freno que emergió una vez más por encima de todos, mientras Bale, a quien le cuesta entrar en juego, dio un paso atrás, aunque el galés participase con una asistencia. Tampoco fue el día de Morata, que falló un gol a puerta vacía tras sustituir a un Benzema reconciliado con los aficionados. Ancelotti continúa dando pasos en busca de un estilo y una identidad que tarda demasiado en llegar, pero por lo menos el técnico italiano ha encontrado ya su equipo tipo. En su 17ª alineación en 17 partidos esta temporada, ya que esta vez faltaban el sancionado Sergio Ramos y el lesionado Marcelo, el Madrid ofreció lo que se le exige, un fútbol, aparte de contundente, creativo y convincente, aunque sólo en el primer tiempo. No hubo continuidad y el Bernabéu se volvió a calentar.
Afortunadamente, aparte de encontrarse con un enemigo casi entregado desde el principio para poder afrontar una partido muy cómodo, Cristiano estuvo siempre. Entre la exhibición y el adormecimiento. Entre un gran primer tiempo blanco en el que la conexión entre el portugués y Benzema propició los dos primeros goles y una pobre segunda parte en la que el Madrid volvió a ser vulnerable atrás y a permitir ocasiones, hasta que el imparable Cristiano puso el broche de falta, cuando los aficionados empezaban a hartarse de tanta relajación.
En menos de media hora Cristiano resolvió el duelo al firmar un doblete, provocar un penalti -aunque la mano de Bergara fue involuntaria- y dar una asistencia, aparte de mandar un misil al travesaño. Con el «maestro» Xabi Alonso al mando, como le llama Ancelotti, el despliegue de sus escoltas, la movilidad y velocidad en el toque de los blancos, y el compromiso colectivo ante una Real atrincherada y sin contraataque, el Madrid acabó la primera parte con más del 70% de posesión. Y sin necesidad de que Diego López interviniese, lo que ya era noticia, aunque el titular de la Liga no pudo dejar su portería a cero, y salvó otro gol, porque hubo que soportar a un Madrid indolente y reservón.