Adiós a la última grande del flamenco
Tras la muerte de Chano Lobato, el inesperado adiós a Mariana Cornejo deja a Cádiz, cuna de cantes, sin sus voces más añejas y sin una forma de vivir el arte
Actualizado:Hay otras voces. Y las que vendrán. Hay jóvenes que despuntan y artistas consolidados con una carrera digna de respeto, aplauso, reconocimiento. Pero los que se van son insustituibles. El anuncio de la muerte de Mariana Cornejo, Mariana de Cádiz, durante la noche de ayer supone el testamento a una forma de entender el cante, de vivir el flamenco en una tierra que se considera epicentro de esta forma de expresión artística, milenaria e insondable. Al igual que sucedió con Chano Lobato, con Mariana Cornejo se va buena parte de la alegría de una ciudad que calmaba con quejíos y compás las miserias de una posguerra eterna, que parece perdurar en algunos de sus rincones, resistentes al progreso y la modernidad. Se va una forma antigua de ser, de estar, cuando todo empezaba en concursos y programas radiofónicos, cuando el micrófono y el tablao eran vías de escape de un escenario cotidiano horroroso en el que grandes como Mariana supieron lucir siempre una sonrisa y provocarla a su alrededor. Su trayectoria nunca llegó a ser estelar. Como tantas mujeres de su generación, de las nacidas en la década de los 40, sacrificó cualquier aspiración por sostener una vida familiar. Se alejó durante años tras unos inicios prometedores y regresó a los focos ya madura, con impulsos tan sorprendentes como la publicidad televisiva que convirtió su rostro en familiar para toda Andalucía. Siempre lo fue en su pequeño Cádiz, en su mundo intramuros, de piedra y leyendas que supo acompañar como pocas con la garganta. El mejor homenaje que pueden hacerle las nuevas generaciones es recordarla, respetarla y seguirla. Que la alegría, aún hoy, no se pierda.