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Arenas aplaude a Rajoy, ayer, en el Senado. :: J. C. HIDALGO / EFE
ESPAÑA

Rajoy niega la reforma constitucional porque sería insuficiente para Mas

Avisa al PSOE de que es «un gran error» proponer el cambio de la Carta Magna como respuesta al desafío soberanista

ANTONIO MONTILLA
MADRID.Actualizado:

Mariano Rajoy rebajó ayer las expectativas puestas en los contactos del Gobierno y la Generalitat para moderar la tensión institucional ante la estrategia soberanista de CiU y ERC. El presidente del Gobierno, durante el cara a cara que mantuvo en el Senado con el expresidente de la Generalitat, el socialista José Montilla, marcó con trazo grueso las líneas rojas que nunca pisará en relación con Cataluña, ni siquiera para poner fin a un pulso secesionista que amenaza con fracturar a la sociedad catalana. Dejó claro que nunca tocará los artículos 1 y 2 de la Constitución, pero tampoco otros porque se declaró convencido de que una reforma constitucional no aplacará los ánimos independentistas en Cataluña.

Montilla hurgó en los aspectos más débiles de la estrategia del Ejecutivo de Rajoy y advirtió al presidente del Gobierno de que se equivocará tanto si opta por dejar pasar el tiempo, con la esperanza de que los independentistas bajen el pistón, como si no pasa de las palabras a los hechos y propone medidas que eviten que el inmovilismo alimente la frustración de la ciudadanía.

Rajoy repitió ante el dirigente socialista catalán y portavoz en el Senado del grupo Entesa el mensaje contrario a cualquier reforma de la Constitución que ha trasladado en privado a Alfredo Pérez Rubalcaba. La diferencia es que, en esta ocasión, constató en público que considera estéril mover ficha porque entiende que ningún cambio normativo contentará a Artur Mas. «Tengo la impresión de que plantear una reforma de la Constitución para dar satisfacción a alguien que no se va a sentir satisfecho con esa reforma es un enorme error», espetó Rajoy y apostilló: «Yo desde luego no lo haré».

Montilla reclamó a Rajoy que no «ningunee» la tercera vía que proponen el PSC y Unió Democrática, consistente, a grandes rasgos, en que la consulta no gire sobre independencia sí o no sino que incluya otras alternativas. Si el PP, agregó el expresidente catalán, se mantiene en «una vía de dirección única» y CiU, en su deriva hacía una «vía sin salida», será inevitable «un choque de trenes». Emplazó al presidente del Gobierno a que «no escurra su responsabilidad» y abandone «el inmovilismo» porque, reiteró el aviso del portavoz de CiU en el Congreso, puede encontrarse con «una declaración unilateral de independencia». Eso, subrayó, sería «un fracaso» para Cataluña y España.

Ningunear

Mariano Rajoy, más moderado que en otras ocasiones en el que le han planteado esta tercera vía, comentó que nunca ninguneará ni despreciará ninguna propuesta, pero recordó que en el programa electoral con el que el PP ganó las elecciones generales de 2011 no se prometía una reforma constitucional, que sí contempla la denominada tercera vía para consagrar la singularidad de Cataluña.

El Gobierno mantiene la estrategia de intentar ser más pedagógico para evitar que la «verdad oficial» de la Generalitat se imponga a la realidad de los hechos que, según la Moncloa, muestran a las claras que una Cataluña fuera de España iría al despeñadero económico. Rajoy incidió en que su Gobierno ha salido en varias ocasiones al rescate financiero de la Generalitat; recordó el auxilio que presta Hacienda al Gobierno catalán ante su incapacidad para financiarse en el mercado exterior.

Rajoy no desaprovechó que su interrogador era Montilla para incidir en las diferencias entre el PSOE y el PSC sobre el derecho a decidir. Aseguró que él se sentía «más cerca» del expresidente de la Generalitat, un moderado dentro del socialismo catalán, que de «otra gente» del mismo partido que Montilla. Su adversario no entró en esa dialéctica.

El presidente del Gobierno aseguró, ya más en su papel, que España y su soberanía nacional «no son negociables», pero negó que la intransigencia vaya a ser el motor de su actuación en esta crisis. Se comprometió a actuar con el «equilibrio, sensatez y sentido común» con el que debe actuar el presidente del Gobierno de un país, «sea del partido que sea» y «se llame como se llame». Dejó, por lo tanto, un resquicio para mantener vivo un diálogo herido.