Economia

La industria, en su círculo vicioso

SIn embargo, el elevado coste energético, los problemas de crédito y el pequeño tamaño de las empresas les dificulta competir en el exterior La atonía del mercado interior obliga al sector a intensificar su proceso de internacionalización

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Hay un consenso más o menos generalizado en que los países con un sector industrial potente han sido capaces de resistir mejor la crisis económica. Por eso, son muchas las voces que reclaman un proceso de reindustrialización de la economía española. Hubo un tiempo en que el llamado sector secundario llegó a suponer más del 38% del Producto Interior Bruto (PIB) del país. Fue en 1972, en puertas de la histórica crisis del petróleo, que habría de cambiar los fundamentos de la economía a escala mundial.

Desde entonces el sector -que además ha visto redefinidos sus límites por el desarrollo a su alrededor de una potente red de servicios, denominada 'servindustria'- ha perdido peso de forma paulatina no solo en España, sino en todo el mundo desarrollado. Ocurre que la 'terciarización' de la economía ha sido más acusada en nuestro país, que ahora tiene al turismo como mascarón de proa una vez que la construcción se ha derrumbado sobre sus frágiles cimientos. Durante estos años de recesión, todos los principales indicadores industriales han caído sin remisión. Por ejemplo, el Índice de Producción Industrial (IPI), que mide la evolución mensual de la actividad productiva de las ramas industriales, excluida la construcción. Si se exceptúa el mes de julio, cuando creció un 0,6%, este indicador acumula dos años en negativo. Otro tanto se puede decir de la cifra de negocios, que en agosto marcó su índice más bajo en muchos meses. O la utilización de la capacidad productiva, que pese a remontar algo en los dos últimos trimestres, en el primero del año cayó por debajo del 70%.

En el actual contexto resulta complicado cumplir uno de los objetivos que se marca la Unión Europea (UE) para lograr el crecimiento económico: que la industria alcance un peso del 20% del PIB de cada país. En España, según el Instituro Nacional de Estadística (INE), ese porcentaje está situado en el 15,9%. Eurostat -que descuenta el componente energético de la industria- lo rebaja al 13,3%.

«Como el mercado interior no crece, la industria tiene que expandirse por dos vías: internacionalizándose o a través de la innovación», analiza Jaume Llopis, profesor del IESE Business School. El problema es que la industria española encuentra cada vez más problemas para competir en el exterior por varios motivos. El primero de ellos, el elevado coste de la factura energética, un problema casi de supervivencia para sectores con un uso muy intensivo de la energía, como el siderúrgico o el de bienes de equipo. Y la reciente reforma eléctrica del Gobierno -con la subida de peajes y el nuevo marco de retribución de la cogeneración industrial- no ha hecho más que aumentar esos costes, aunque su objetivo a medio plazo sea exactamente el contrario. «No creemos que vaya a conseguirlo», asegura Rodolfo Gijón, director adjunto de Economía de la CEOE. El directivo de la patronal apuesta por que, como sucede en Alemania, «haya una diferenciación entre los peajes que paga la industria y los de la tarifa doméstica, de forma que no tenga que soportar, por ejemplo, el coste de las primas a las renovables».

Otro obstáculo -extensivo a todos los sectores de la economía- es el problema de la financiación. «Conozco personalmente el caso de un empresario que había recibido un pedido de Estados Unidos por valor de 600.000 euros. Necesitaba 300.000 para comprar materias primas y elaborar el producto. Ningún banco se los dio», cuenta Llopis. «Aquí ha habido una excesiva dependencia de la Banca. Es necesario abordar medidas que permitan abrir otros frentes financieros, como el capital riesgo, los fondos de titulización, o el recién creado Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF)», sostiene Gijón.

El directivo de la CEOE ve en el pequeño tamaño de la empresa española (un 95,5% tiene menos de 10 empleados, frente al 92,2% de la UE) otro inconveniente a la hora de competir en el exterior. «A veces ser más pequeño te da más agilidad, pero no en el caso de la internacionalización». En opinión de Carlos Romero, secretario General de MCA-UGT, también es un aspecto «negativo». «En este sentido falta una reconversión empresarial. No se puede competir en mercados exteriores. Hay que fomentar el asociacionismo», afirma.

«E innovar», añade el sindicalista. «Es importante conectar la inversión en I+D+i con las necesidades reales de la economía para crear riqueza. La propiedad intelectual es un aspecto vital en el desarrollo de la innovación. Las empresas que más patentan contribuyen a un 39% de la actividad económica y a un 26% del empleo en la UE», aseguraba hace unos días la presidenta de Siemens España, Rosa García. El Gobierno ha aumentado la partida presupuestaria de innovación para 2014 en un 1,6%. Eso sí, tras varios años de caída de la inversión. «Es un aspecto importante. Pero más que la cantidad, lo que importa es el uso que de esos fondos hagan las empresas, que en muchas ocasiones lo destinaban a otros fines», asegura Xavier Mena, profesor del departamento de Economía de Esade.

Baja productividad

Otra rémora que arrastra la industria española es, «pese a que la reforma laboral ha contribuido a reducir costes», la de su baja productividad. «Esto se debe en parte a que no se les da una formación suficiente a los mandos intermedios», sostiene el profesor Llopis. La FP dual impulsada por el Gobierno para potenciar la formación compartida entre el centro educativo y las empresas puede ser «la clave de bóveda» para lograr aumentar la competitividad de las compañías, en opinión de Mena. Sin embargo, MCA-UGT cree que «no es algo novedoso, como nos hacen creer. Era una fórmula contemplada en las antiguas escuelas de aprendices. La diferencia es que, en aquella ocasión, sí había un compromiso de contratación del estudiante. Con la FP dual, no».

Como problema de fondo está el hecho de que «en la mayoría de los países europeos, con la excepción de Alemania, la política industrial nunca ha estado en el núcleo central de las decisiones», sostiene Gijón. El Ejecutivo español dedica buena parte de su esfuerzo presupuestario de 2014 de Industria y Energía a tapar el agujero eléctrico, o evitar que se haga más grande. En cuanto a la política propiamente industrial, se centra en el desarrollo de regiones «en especial situación de desempleo» y en la reconversión de sectores en crisis sometidos a procesos de ajuste, como el naval.