El artista Lou Reed. :: R. C.
Sociedad

Lou Reed se apea del lado salvaje

Miembro de 'The Velvet Underground' y compinche de Andy Warhol, firmó temas tan populares como 'Walk on the Wild Side' y 'Vicious' El carismático cantante muere a los 71 años después de explorar a fondo el aspecto más canalla del rock

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Mirar por encima del hombro fue una de las cosas que con mayor ahínco practicó Lou Reed. Se creía superior a la mayoría de los rockeros por su educación universitaria y su destreza literaria, despreció a los punks, que le consideraban su padre, por su simplismo, y aborrecía a los periodistas porque le parecían poco interesantes. La actitud chulesca definía su carácter. Y sin embargo ha sido uno de los rockeros más admirados y queridos de la historia. Las redes sociales eran ayer un océano global de lágrimas. No era para menos.

Reed, prototipo del neoyorquino duro y borde, murió ayer a los 71 años de las complicaciones derivadas de un trasplante de hígado en abril de este año, y deja una patrimonio musical difícil de igualar. Ni él ni su grupo, The Velvet Underground, fueron The Beatles ni The Rolling Stones. Pero sus millones de adictos pensarán que no ha habido nada tan impactante e inteligente en toda la historia del rock.

La salud no fue su fuerte. En la adolescencia le achicharraron a electroshocks para 'curarle' su homosexualidad. De joven probó todas las drogas del mercado y se quedó con la peor, con la heroína. Las fotos de los conciertos de los setenta, en los que aparecía hincándose una jeringa de oro en el brazo, dieron la vuelta al mundo.

También se contaba que, cuando estaba muy mal, se iba a una clínica de Suiza a cambiarse de sangre para volver a las andadas. Cuando dejó la heroína se agarró al alcohol. Y por fin lo dejó todo gracias a las filosofías orientales y al tai-chi. En los conciertos de su espectacular gira semiacústica 'Animal Serenade', en 2003, parecía un viejo prematuro. Llevó una vida nada ejemplar, que sin embargo le convirtió rápidamente en un mito con millones de fieles que hoy se sentirán con mal cuerpo, desolados, con el único consuelo de escuchar una vez 'All Tomorrow's Parties'.

Nació en Brooklyn el 2 de marzo de 1942, pero vivió con su familia en Long Island hasta que de joven se marchó a Manhattan. De origen judío, su padre trabajaba de contable y, después de llevarle al hospital para que le pusieran los electrodos en las sienes, le pagó la universidad, un artículo muy caro en Estados Unidos.

El 'New York Man' estudió periodismo, dirección cinematográfica y escritura creativa. En las aulas de Syracuse University conoció al poeta y profesor Delmore Schwartz, al que dedicó un par de canciones. Para entonces ya tocaba la guitarra, e inspirado por el magisterio de Schwartz se propuso llevar al rock 'la gran novela americana', la de Mark Twain, Francis Scott Fitzgerald y William Faulkner. Nada menos.

Los buscavidas

Al joven Lou le sobraba ambición. Y lo que hizo para demostrarlo fue llevar la escoria callejera a sus canciones y transformarla durante ese viaje en arte de primera. En 1964 empezó a componer para una discográfica y allí conoció a un músico británico, John Cale, que ampliaba sus estudios de viola en Nueva York y colaboraba con uno de los personajes más respetados de la vanguardia de la ciudad, La Monte Young.

Ambos se fueron a vivir a un piso del Lower East Side, entonces una zona deprimida, y se reunieron con dos compañeros universitarios de Reed, el guitarrista Sterling Morrison y la baterista Moe Tucker, para formar The Velvet Underground. De este grupo minoritario se han escrito cientos de miles de páginas. Nadie ha tenido más seguidores entre las filas de músicos rockeros y en cada grupo indie que sale están algunos de sus acordes.

Andy Warhol, husmeador de futuras 'celebrities' del undergound, se fijó en ellos y se convirtió en su manager. Les metió en un espectáculo de aire psicodélico, con luminotecnia y performances, llamado Exploding Plastic Inevitable, que todavía puede verse con admiración en YouTube. A medida que se fueron conociendo, Warhol les decía que su obligación era dar el salto de los circuitos universitarios y de las pequeñas salas neoyorquinas al gran público.

Al artista pop se le ocurrió contratar a la modelo Nico como cantante para que la banda tuviese mayores posibilidades, pero sus miembros lo vieron como una imposición. De aquel experimento salió el disco en cuya portada aparece el archifamoso plátano de Warhol, hoy reproducido en miles de camisetas. Si bien los estrictos músicos del grupo pusieron pegas al álbum, el listado de canciones es sencillamente imbatible: 'Sunday Morning', 'Waiting for the Man', 'Femme Fatale', 'Run, Run, Run', 'All Tomorrows Parties', 'Heroin', etc.

'Velvet' se disolvió en 1970 y Reed empezó su carrera en solitaria. En diciembre de 1972 salió su disco más popular, 'Transformer', producido por David Bowie y Mick Ronson, y que contenía canciones como 'Walk on the Wild Side', caminando por el lado salvaje, con unos arreglos entre el rock, el jazz y el cabaret berlinés.

El cantante ya se había convertido en el rey de la transgresión, adorado por todos, por rockeros ortodoxos y heterodoxos, por culturetas que vieron en su figura la imagen del antisistema radical, la apuesta por la experimentación individual después del fracaso de Mayo del 68.

Entonces Reed vivió su época más gloriosa, de la cual queda el monumento musical titulado 'Rock'n'Roll Animal', un álbum en directo que contó con el sonido del portentoso guitarrista Steve Hunter. La introducción a 'Sweet Jane' y el final con 'Rock'n'Roll' se encuentran entre lo más memorable de la historia de la música popular.

Su carrera continuó con discos como 'Coney Island Baby' y otros de mayor o menor fortuna. Ya se había convertido en un clásico, en una leyenda, emparejada con Laurie Anderson, un artista conceptual muy reconocido.

El rock pierde a una de sus figuras más carismáticas. «¿Qué hubiera sido de mi vida sin The Velvet Underground?», se preguntaba ayer un fan en una red social. Es difícil imaginarlo.