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Sociedad

El teatro Campoamor, a los pies de Liv

La niña se apodera de la entrega del premio a la ONCE con su espontaneidad mientras al Príncipe le falla la tecnología

D. ROLDÁN
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Seguro que Annie Leibovitz pensó que esa niña simpática iba a dar una buena instantánea a los compañeros gráficos. Ya avisó ayer por la mañana, cuando en la recepción oficial con don Felipe y doña Letizia se convirtió en el centro de atención. Primero, porque Liv Parlee Cantin es ciega. Y ver a una niña ciega sorprende al resto de la sociedad. Y, después por su desparpajo. En la foto de familia se colocó junto a los Príncipes y Letizia la colmó de atenciones.

Por la tarde, Liv repitió con su espontaneidad. La niña no defraudó en la alfombra azul. Recogió, junto a Miguel Carballeda, presidente de la ONCE; Cristina Lucchese y su perro-guía 'Bris', el premio de la Concordia que ha recibido la septuagenaria organización. Se levantó de su silla y bailoteó hasta la mesa donde le esperaban los Príncipes.

Saludó a don Felipe y después, como le habían dicho que hiciera, se acercó a la platea para recibir el aplauso de los invitados. Pero a Liv, costarricense de madre asturiana, la ovación le pareció escasa. Y, ni corta ni perezosa, empezó a batir sus manitas exigiendo más cariño para la ONCE, su obra y a los 7.000 niños ciegos que educa para que sean autosuficientes en este mundo. Y lo consiguió. Los aplausos arreciaron, Liv saludó al respetable, lanzó besos a diestro y siniestro y volvió a su sitio feliz por participar en un momento que no olvidará en su vida. Como tampoco olvidara este discurso el Príncipe de Asturias.

A don Felipe le falló el 'telepromter', un sistema muy usado en Estados Unidos por los políticos que permite al orador leer su discurso en dos pantallas transparentes colocadas a ambos lados de su atril. Un sistema que da más naturalidad al discurso y que don Felipe manejaba con soltura. Pero la tecnología tiene estas cosas, que en el momento más inoportuno falla. Y es lo que le ocurrió al heredero. Estaba contando los logros de un emocionado José María Olazábal cuando la pantalla -transparente si se ve desde atrás- se quedó en blanco. Segundos de silencio en el teatro hasta que un colaborador del Príncipe de Asturias dio el discurso en el tradicional papel.

Don Felipe prosiguió con la alocución sin más problemas, aunque se produjo otro momento de silencio. Pero, como se sabe, la tecnología es caprichosa. Y en el momento del parlamento con más carga social y política, el aparato volvió a funcionar. Don Felipe cambió enseguida los papeles por el 'telepromter' para finiquitar el discurso más esperado del año.