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El arzobispo de Limburgo, Franz-Peter Tebartz-van-Elst, en el patio del palacio episcopal. :: B. R. / AFP
Sociedad

El Papa suspende al obispo derrochador

El prelado alemán se arriesga a un proceso penal por falso testimonio al negar un viaje en primera clase a la India Aparta a Franz-Peter Tebartz-van Eltz por gastar 31 millones en reformar la sede episcopal de Limburgo

ÍÑIGO DOMÍNGUEZ
ROMA.Actualizado:

Una bañera de 15.000 euros, carpas japonesas en el estanque y unas obras en su residencia que debían costar 5,5 millones y ya van por 31 no concuerdan exactamente con la idea de una Iglesia pobre que promueve el Papa. Estos dispendios en la reforma de la sede episcopal del arzobispo de Limburgo, Franz-Peter Tebartz-van Elst, en Alemania, son cosas que ya chirrían mucho y quizá en el pasado se podían haber tapado, pero este Vaticano es distinto. También en los tiempos: ya no se intentan adormecer las polémicas y Francisco, apenas dos días después de reunirse con él en Roma, le ha apartado del cargo.

Una nota informó ayer de que el arzobispo, de 54 años, será sustituido provisionalmente por su vicario general. Dicho en lenguaje vaticano, «la Santa Sede considera oportuno autorizar a monseñor Franz-Peter Tebartz-van Elst a un periodo de permanencia fuera de la diócesis». De momento será hasta que termine la investigación de su gestión, realizada por una comisión de la Conferencia Episcopal alemana. El comunicado admite, también a su manera, que en «la diócesis se ha venido a crear una situación en la que en el momento actual no puede ejercitar su ministerio episcopal».

Entre los fieles de Limburgo, con un tercio de católicos, un porcentaje alto para Alemania, reina una gran indignación y la cuestión se ha convertido en escándalo nacional. Hasta la canciller Angela Merkel, luterana, dijo sin rodeos que es «un asunto gravísimo». Las confesiones alemanas se financian con un 9% del IRPF de quienes se declaran creyentes y, por tanto, el uso que hacen del dinero es asunto de interés público. Por no hablar, en un plano histórico y cultural, de que precisamente el alegre uso de las limosnas y la corrupción de Roma fueron la causa del cisma de Lutero en el siglo XVI. Por otro lado el arzobispo se arriesga a un proceso penal por falso testimonio, pues acusó a unos periodistas de difamación y negó, bajo juramento, haber viajado a India en primera clase. Pero la Fiscalía de Hamburgo sostiene que mintió.

Se esperaba una reacción firme del Papa y no ha tardado en llegar. No podía acabar de otra manera con un Pontífice a quien le dan «asco» los curas con coches caros y que ayer recordaba en la plaza de San Pedro que «la Iglesia no es un negocio». Cuando saltó el escándalo, en septiembre, Francisco envió a Limburgo al cardenal Giovanni Lajolo a hacer una primera inspección y luego dejó la investigación en manos de los obispos alemanes. Pero cuando la polémica arreció Tebartz-van Elst se fue a Roma, esperando ser recibido por el Papa. Después de verle el lunes solo emitió un comunicado en la web de la diócesis diciendo que el encuentro había sido «muy positivo».

Banco vaticano

La importancia del caso puede superar al obispo, pues la cuestión de fondo es que la Iglesia católica alemana es una de las más ricas del mundo y se ha acostumbrado a manejar sumas millonarias. En 2012 recaudó más de 5.000 millones a través de los impuestos. Además de que en Limburgo no han funcionado los controles del uso del dinero, las continuas críticas de Bergoglio a los obispos que se dedican sólo a la gestión y a mantener sus estructuras pueden llevar a una revisión del sistema.

Francisco es un Papa que en Asís, el 4 de octubre, invitó de nuevo a la Iglesia a «desnudarse» y a vivir en la pobreza. Tebartz-van Elst fue en 2007, cuando le nombró Benedicto XVI, el obispo más joven de Alemania. De fama muy conservadora, llegó a Limburgo a poner orden en el bastión progresista de su predecesor, Franz Kamphaus. Este era, desde luego, un obispo distinto, pues vivía en un pequeño apartamento del seminario. Programó la reforma de la sede del obispado antes de irse, pero su sucesor ha tirado la casa por la ventana con una ambiciosa obra que incluía el museo, la sala de conferencias, la capilla y los apartamentos privados.

Por otra parte, el secretario personal de Benedicto XVI, Georg Gaenswein, ha revelado en una afilada entrevista algunos secretos de este último año. En concreto, que en mayo de 2012 a Ratzinger le pilló por sorpresa el despido fulminante y con un comunicado casi insultante de Ettore Gotti Tedeschi, el presidente del IOR, el banco vaticano. Es muy significativo, pues fue él quien le llamó para que emprendiera una limpieza de la polémica entidad. Pero perdió la batalla, por fuertes resistencias dirigidas por el secretario de Estado, Tarcisio Bertone.

En algo que parece un ajuste de cuentas tras la marcha de Bertone la semana pasada, Gaenswein ha descubierto que Ratzinger no se enteró de nada y todo se tramó a sus espaldas, en el contexto de las luchas internas de la Curia y las filtraciones de 'Vatileaks': «El Papa estimaba y quería a Gotti, pero por el respeto de las competencias de quien tenía responsabilidad decidió no intervenir en ese momento».