La entrada en el Gobierno Los temores Si no pactan con la Unión

El traumático matrimonio del SPD con Merkel

Los socialdemócratas alemanes temen que otra gran coalición desinfle sus resultados electorales

BERLÍN. Actualizado: Guardar
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El mal que afecta a las bases del Partido Socialdemócrata (SPD), ante la posibilidad de que las negociaciones de sus líderes con los conservadores conduzcan a una gran coalición, se llama trauma. Un trauma derivado de un miedo cerval a la canciller federal, Angela Merkel. Y que arrastran desde que, al término de la anterior alianza y la primera legislatura de la presidenta de los cristianodemócratas, la primera fuerza alemana de izquierdas sufriera una derrota electoral sin precedentes, con una pérdida de votantes del 30% y hasta alcanzar un miserable 23% de sufragios, su peor resultado en la historia de la República Federal germana.

La psiquiatría define el trauma indirectamente como la «exposición personal directa a un suceso que envuelve amenaza real o potencial de muerte o grave daño a la integridad personal». Para los 470.000 afiliados del SPD aquella gran coalición que gobernó el país entre 2005 y 2009 es el origen de todos los males del partido y la experiencia que dejó en ellos se convirtió en un elemento cohesionador, en la disculpa y la explicación del sentimiento depresivo que arrastran desde hace cuatro años. Y la culpa, por supuesto, la tiene Angela Merkel.

Las bases del SPD sufren un trauma con miedo fóbico. El rechazo a una gran coalición es absolutamente generalizado. Heinrich Soehlke, presidente de la agrupación socialdemócrata Krumme Lanke, en el barrio suroccidental de Zehlendorf, en Berlín, comenta que, desde las legislativas del 22 de setiembre, ha hablado «con decenas de compañeros y ni uno solo aprueba una gran coalición». Como otras muchas agrupaciones del SPD, la de Lanke aprobó una resolución en la que se exige luchar los próximos cuatro años como «oposición decidida» por la justicia social y que su formación «no se convierta en un partido que entra en el Gobierno de Merkel para proporcionar mayorías al estilo de los liberales».

El batacazo de estos últimos en los recientes comicios, en los que, por primera vez desde la II Guerra Mundial los liberales no consiguieron escaño alguno y quedaron fuera del Parlamento, no ha hecho sino aumentar el temor y las fobias de las bases socialdemócratas. Sin embargo, los analistas políticos coinciden en que el verdadero origen de las catástrofes electorales de los liberales ahora o del SPD hace cuatro años se encuentra en los propios partidos.

En la primera gran coalición a las órdenes de Merkel, los socialdemócratas ocuparon carteras tan relevantes como las de Finanzas, Exteriores o Trabajo y Asuntos Sociales y no supieron sacar réditos de éxitos como la superación por Alemania de la crisis. Tampoco les ha servido de mucho este último periodo que han ejercido de oposición parlamentaria. Actualmente se encuentran a más de 16 puntos de la Unión.

Seguir culpando a los demás (léase Merkel) de los propios males resulta poco convincente. Es por ello, quizás, que el presidente del SPD, Sigmar Gabriel, haya decidido finalmente negociar una gran coalición luego de la tercera ronda de contactos exploratorios con los cristianodemócratas y socialcristianos bávaros de la Unión. Gabriel apuesta por una terapia de choque para acabar con el trauma, los miedos y las fobias de su partido. Considera que es posible llevar adelante a través de una alianza buena parte del programa electoral de su formación.

Incluso ha conseguido ganar para su causa a la hasta ahora escéptica primera ministra del populoso Estado federado de Renania del Norte-Westfalia, Hannelore Kraft, considerada la voz de las bases críticas y desde este miércoles convertida al «gran coalicionismo». «Podemos conseguir mejoras sustanciales para la gente en nuestro país. Esta es desde hace 150 años la meta del SPD y debemos hacerlo cuando podemos», señaló Kraft para explicar su cambio de planteamientos y anunciar que su apuesta por negociar una gran coalición se debe a que «es posible el cambio político por el que el SPD ha luchado desde hace tiempo».

Gabriel y Kraft defenderán hoy en el 'convento' o pequeño congreso de su partido la iniciativa para entrar en negociaciones con los conservadores y se da por seguro que recibirán la autorización de los 200 delegados que representan los distintos gremios del principal partido de oposición, toda vez que lo importante es el resultado final, el documento que salga de las semanas, seguramente meses, de negociaciones entre el SPD y la Unión.

La voz de la mayoría

El líder socialdemócrata ha sido además sumamente hábil al decidir someter la aprobación final del posible tratado de coalición a la voluntad de los 470.000 afiliados, de los que finalmente dependerá si se consuma o no el «matrimonio» forzoso de las dos mayores fuerzas políticas alemanas. Ese inédito formulismo interno se convierte en un gran elemento de presión a la hora de negociar con Merkel y la Unión y sitúa a Gabriel y su equipo en posición de fuerza. «Las bases del SPD estarán siempre presentes, aunque invisibles, en la mesa de negociaciones», reconoció Wolfgang Bosbach, vicepresidente del grupo parlamentario de los conservadores.

Si la canciller quiere de verdad una gran coalición y para ello el voto favorable de las bases socialdemócratas no tendrá más remedio que conceder al SPD la realización de dos o tres grandes promesas electorales. Empezando por la introducción del salario mínimo interprofesional y una reforma de la legislación laboral, para acabar con el empleo precario. Pero también tendrá que haber movimiento en las pensiones o en la política de igualdad entre el hombre y la mujer. Y también más inversiones en educación, investigación e infraestructuras, así como financiación para las castigadas arcas de municipios y mancomunidades.