Obama provoca a un enemigo enfurecido
El presidente ataca al Partido Republicano, con el que deberá pactar su agenda, envalentonado por la resolución de la crisis
NUEVA YORK.Actualizado:El sermón de Barack Obama ayer a sus «amigos del Congreso» sumó el agravio al resabio de quienes han perdido una batalla en la que habían invertido todo su capital político. La Casa Blanca había vendido el discurso del presidente como una rama de olivo para cerrar las heridas y trabajar juntos de cara al futuro, en una modesta agenda que no podrá avanzar si no consigue la colaboración del Partido Republicano, con mayoría en la Cámara de Representantes, pero la oposición lo recibió como una irritante reprimenda.
«Oigo todo el tiempo que el Gobierno es el problema», se hizo eco Obama. «Trabajemos juntos para mejorarlo en vez de tratarlo como a un enemigo, o con el propósito de hacerlo peor. Si no te gusta una política concreta o un presidente en particular, defiende tu posición. Sal ahí afuera y gana las elecciones. Presiona para que cambien las cosas, pero no las rompas. No rompas lo que nuestros predecesores han pasado dos siglos construyendo».
Cualquiera podía poner nombre al verdadero destinatario de esas palabras: el movimiento del Tea Party, que defiende que el único buen gobierno es el que no existe. Sus huestes buscan la destrucción del Ejecutivo federal y exhiben en las manifestaciones banderas confederadas que simbolizan no sólo el mal perder de los Estados del sur en la Guerra Civil, sino el racismo de quienes defendían la esclavitud. No es de extrañar que sean estos los que han jurado hacer fracasar el Gobierno del primer presidente negro del país, y casi arrastran con ello a la economía mundial.
«Aquí no hay ganadores»
Los más radicales habían amenazado con forzar el cierre parcial de la Administración federal si el Congreso no aceptaba retirar los fondos a la ley de reforma sanitaria, el pilar del futuro legado de Obama. En esa posición de ultimátum, estaban dispuestos a dejar al Departamento del Tesoro sin fondos para afrontar sus obligaciones, hasta que el miércoles, a horas de la fecha límite, el portavoz de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, capituló y sometió a votación una ley para salvar la crisis, que triunfó gracias al apoyo unánime de los demócratas.
«Aquí no hay ganadores», dijo Obama. «Estas últimas semanas han infligido un daño completamente innecesario a nuestra economía. Todavía no sabemos toda la magnitud del daño, pero todos los analistas dicen que se ha ralentizado el crecimiento». Los 17 días de actividad económica perdida suponen 17.500 millones de euros, según Standard & Poor's, que ha rebajado la previsión del crecimiento para el cuarto trimestre en más de medio punto, lo que haría descender el dato anual del 3% a un 2,4%. «En un momento en que la recuperación económica demanda más empleo y más entendimiento, lo que tenemos es otra crisis autoinfligida que echa para atrás nuestra economía. ¿Y para qué? No hay ningún raciocinio económico para todo esto», dijo crispado el presidente.
Nadie tiene dudas de que si a la economía le está costando tanto recuperar el brío es porque el Congreso, en el que los republicanos dominan la Cámara Baja desde 2011, boicotea cualquier medida de estímulo que requiera su aprobación y provoca costosas crisis de gobierno cada vez que hay que sacar adelante presupuestos o elevar el techo de la deuda. Con todo, Obama pidió ayer a la oposición que entierre el hacha de guerra y trabaje con él.
«Entiendo que de pronto no vamos a estar de acuerdo en todo, ahora que ha pasado la nube de la crisis», dijo conciliador. «Demócratas y republicamos se diferencian en muchas cosas, y reconozco que hay tipos del otro lado que piensan que mis políticas están equivocadas, por decirlo suavemente. No pasa nada, ésa es la democracia. Podemos debatir vigorosamente nuestras diferencias, apasionadamente y de buena fe».
No era esto lo que los republicanos tenían en mente. De los tres temas en lo que Obama propuso trabajar juntos de aquí a fin de año -la esperada reforma migratoria, la estabilidad presupuestaria y la ley de subsidios agrícolas- sólo este último tiene alguna oportunidad de prosperar, y no tanto por voluntad negociadora de los políticos sino por la acción de los grupos de presión.
Tan pronto como el mandatario lanzó el guante, la corresponsal de CNN Dana Bash envió un email a sus fuentes en la Cámara Baja, de la que depende la reforma migratoria, preguntándoles cuántas posibilidades creen que tiene de ser aprobada. La primera de las tres respuestas que recibió decía: «Ja, ja, ja». La segunda: «Cero». Y la tercera: «No va a ocurrir». Salvo que los republicanos moderados retomen el control del partido, Obama será durante al menos el próximo año un presidente manco, sin más posibilidades de aprobar medidas que las que adopte por vía ejecutiva. El acuerdo que firmó ayer de madrugada es apenas una tregua hasta el 15 de enero, fecha en la que muchos temen una nueva crisis que vuelva a frenar la economía estadounidense, motor del mundo.