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El cineasta David Lynch, en la inauguración del Festival TRANS. :: ÓSCAR CHAMORRO
Sociedad

David Lynch, el meditador

«No sé nada de cine», asegura el director de 'Carretera perdida', que visita España para hablar de trascendencia y creatividad

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Llegó el hombre. David Lynch tuvo ayer el primero de sus dos días de visita en Madrid, a razón de la invitación extendida por la Escuela de Arte y Cine TAI y el Festival Rizoma, que hace dos años trajo ya al inefable John Waters y que ahora, bajo el epígrafe TRANS pretende recorrer las artes en su transversalidad, y marcarse un órdago con la visita del director de 'Cabeza borradora'.

Por su parte, Lynch, con el tupé más resplandeciente y blanco del mundo conocido, apareció en una sala repleta de periodistas con el ánimo dispuesto a hablar únicamente de meditación trascendental, práctica que realiza dos veces al día desde el 1 de julio de 1973, «desde aquella mañana de sábado» en que su hermana se la descubrió.

Lynch se extendió durante una media hora en torno a los beneficios que ha tenido para sí mismo un tipo de meditación que ya abordó en su libro 'Atrapa el pez dorado', donde contaba a modo epigráfico los parabienes creativos que ha tenido en su vida y obra.

«La meditación trascendental es una bendición para el ser humano, la basura sale de dentro y el oro entra. Hace más feliz a las personas y por tanto más creativas. Para los niños, los adultos, los ancianos, para personas de todas las religiones, simplemente nos hace mejores. Es la llave que abre la puerta del cielo en nosotros, la que abre la puerta del conocimiento y la consciencia», recalcó en varias ocasiones, haciendo de paso gala de su fundación desde la que ha formado a 300.000 personas, especialmente niños, en esta práctica, que, insiste, no es religiosa.

Y ciertamente, nada que objetar a los beneficios de la meditación ni a toda práctica que sirva para ir más allá de lo prosaico, material, monetario, pragmático que domina nuestras vidas, pero ¿acaso era necesario asistir al recital de un vendedor de biblias? La lástima fue que Lynch pareciera más interesado en dar una charla para recaudar fondos para su fundación que en hablar generosamente sobre sus experiencias creativas con la meditación. Las frases sonaron a fórmula.

«Contenedor de ideas»

El autor de un cine de imágenes y narrativas tan perturbadoras como las habidas en 'Carretera perdida', 'Twin Peaks', 'Mullholand Drive' y tantos otros de sus filmes explicó el porqué de esa tensión entre los cristalinos beneficios de la meditación y sus creaciones: «Todos nos enamoramos de cosas diferentes. Nuestro mundo es un gran contenedor de ideas, y este mundo en el que vivimos contiene mucha oscuridad. Las historias no pueden ser del todo limpias y felices. Las historias crecen de las tensiones entre vida y muerte. Y yo me enamoro de lo que me enamoro, de esa oscuridad. Es mejor poner el sufrimiento en una historia que en tu vida», aclaró.

Hace siete años que Lynch no rueda un largometraje, concretamente desde 'Inland Empire' (2006), si bien no ha cesado de hacer cortometrajes, música y pintar cuadros. Aun así, las joyas, o los peces dorados (cómo llama Lynch a las grandes ideas), dice que no han dejado de fluir, y que tiene escrito un guion, pero considera que él no es un director rentable y que eso le está pasando factura para sacar adelante sus proyectos. Las cosas, según dijo, se han puesto feas para directores que no hagan dinero seguro en EE UU. Criticó al Gobierno estadounidense, «que no está en ningún caso interesado en el cine si no da dinero», y alabó el caso francés, que subvenciona las artes. «Eso habla muy bien de un país», apuntó.

Del cine español dijo poco o nada (salvo nombrar a su amigo Pedro Almodóvar). Y zanjó la cuestión con un: «Yo no sé nada de cine. No soy especialmente aficionado tampoco, solo me gusta hacer películas». Y, desde luego, meditar.