El laberinto Assange
La historia del 'cablegate' llega al cine mientras el fundador de Wikileaks continúa refugiado en LondresEl autoproclamado garante de la libertad de información lleva más de un año encerrado en la Embajada de Ecuador de la capital británica
MADRID. Actualizado: GuardarEste viernes llega a la cartelera española 'El quinto poder', una película de Bill Condon que retrata la mayor filtración de documentos clasificados de la historia, una fuga de información que se inició cuando el soldado Bradley Manning -ahora conocido como Chelsea- comenzó a descargarse en un CD que aparentemente contenía música de Lady Gaga algunos de los más escabrosos secretos de la diplomacia y el espionaje estadounidense y que alcanzó su clímax cuando cinco diarios publicaron los papeles en colaboración con el portal WikiLeaks.
Su fundador, un pirata informático australiano que responde al nombre de Julian Assange, se situó entonces en el epicentro del huracán. Autoproclamado garante de la libertad de información y del derecho de los ciudadanos a conocer los más turbios asuntos en que se hayan implicados los gobiernos, este esquivo hombre que a los 16 años cometía sus primeras fechorías bajo el apodo de 'Mendax' ya había puesto en jaque a Washington en julio de 2010, cuando difundió datos de 91.000 documentos secretos sobre las guerras de Afganistán e Irak cuya fuente era también el soldado Manning, entre ellos un espeluznante vídeo en el que doce civiles perecían al ser acribillados desde un helicóptero Apache.
Assange se encontraba por aquel entonces en el Reino Unido, donde se había refugiado tras haber sido acusado en Suecia de un delito de abuso sexual y otro de violación en agosto de 2010. Pesaba sobre él una orden de búsqueda de la Interpol y el 7 de diciembre de 2010, apenas unos días después de que saliese a la luz la tanda de cables diplomáticos que motivaron la ira de países de todo el mundo, era arrestado tras haberse presentado de forma voluntaria en una comisaría de Londres. La odisea del 'hacker' más famoso de la historia no había hecho sino comenzar.
El 19 de junio de 2012, Assange, que había agotado todos los recursos legales con el fin de evitar su extradición a Suecia, daba un paso arriesgado: cruzaba la puerta de la Embajada de Ecuador en Londres y solicitaba asilo político a Quito. Alegaba que el proceso iniciado en su contra no era otra cosa que una excusa para llevarle a Estados Unidos, donde, según él, sería castigado por su papel en el 'cablegate'. En el Gobierno de Correa, adscrito al llamado 'eje bolivariano', esperaba encontrar un aliado que le salvase de la 'persecución' de la Administración Obama. No ha vuelto a pisar la calle y apenas se le ha visto en contadas ocasiones, siempre para defender su causa y lanzar soflamas contra Washington.
La legación ha sido testigo de la reuniones mantenidas por Assange con su abogado, el exmagistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, quien ha avalado en reiteradas ocasiones las tesis de su defendido sobre una persecución por motivos políticos en tanto se sucedían los encuentros diplomáticos entre las autoridades de Quito y Londres para tratar de encontrar una salida al laberinto Assange, sin que las negociaciones hayan dado los frutos apetecidos por el australiano. Ecuador ha amagado en varias ocasiones con acudir a organismos como la Corte Penal Internacional, la última hace apenas una semana.
Con el paso de los meses, la estrella del fundador de WikiLeaks ha atenuado su brillo. Enclaustrado en una pequeña habitación a la que no llega la luz natural, recibe de cuando en cuando la visita de amigos y activistas, navega por internet y dispone de una cinta para correr. Ha visto cómo otro filtrador, Edward Snowden, ocupaba el primer plano de la actualidad que durante meses estuvo reservado para él y ha podido leer cómo el soldado Manning era condenado a 35 años de cárcel por suministrarle la información que convirtió a WikiLeaks en diana de las autoridades estadounidenses.
Ha tenido tiempo también para lanzar una fallida candidatura al Senado de su país natal, elecciones a las que concurrió con el partido WikiLeaks y que, de haber salido adelante, podría haberle proporcionado una vía de escape de ese cuarto mal ventilado en que está confinado. Un refugio desde el que probablemente tenga que ver la cinta de Bill Condon, en la que el británico Benedict Cumberbatch, a quien Assange envió un mail con el fin de disuadirle de hacerlo, se mete en su piel. Eso, reproducir el filme, será bien sencillo. Otro cantar será desbrozar el entuerto legal que le tiene como protagonista. El caso WikiLeaks aún tiene muchos cabos sueltos que resolver y no se atisban señalas de solución.