Tontos del bote
Actualizado: GuardarDefinitivamente, no sé si somos los ciudadanos o son ellos los tontos del bote. El originario tonto del bote fue un mendigo de Madrid de principios del siglo XIX, que pedía limosnas agitando con grandes aspavientos un bote que llevaba en la mano, para llamar la atención y recoger las monedas que le daban. Pero cuando de verdad se hizo famoso, fue cuando un toro, que había saltado la barrera del coso, llegó corriendo al lugar donde se encontraba el tonto del bote quien, paralizado por el susto o la ignorancia del peligro, se quedó quieto cual estatua. El astado decidió marcharse y de lo acontecido sólo se hablaba de la buena suerte del tonto del bote.
Hablando de morlacos que empitonan acariciando el cielo, me viene a la cabeza esas chicas guapas, de todos los colores y hechuras, para que no se las pueda tachar de xenófobas, que exhiben como mercancía lo que a los publicistas y a modelos profesionales se les prohíbe. Me quedo con las tres y sus tres pares en el gallinero del Congreso. Una encaramada a la columna, divisando el hemiciclo y el estado de total perplejidad de su presidente. Desafiando la ley de la gravedad. No sólo ella, sino las dos de ella. Éstas, mirando literalmente a donde se alojan las balas de Tejero. En lo más alto, casi en el cielo. El mismo sitio donde apuntan los pitones del morlaco de nuestro tonto del bote. Pero, si el desafío y consiguiente lucha gravitatoria de las de Femen se vislumbraba hacia el cielo, las de Almudena Grandes, que siempre la acompañan, desafían al mismísimo infierno.
Pero en pleno siglo XXI, se va actualizar la leyenda del tonto del bote. A todas luces parece que somos la masa de ciudadanos contribuyentes, los que sostenemos impávidos este Estado que nos seca hasta las entrañas, los auténticos tontos del bote. Una vez más, la jueza anda detrás de los golfos y sinvergüenzas, ahora los que gestionan el bote. Aquellos que han instalado el sofisticado sistema Spyro, que contempla la «contabilización de botes», a través de su correspondiente manual. Definitivamente estamos ante «una corrupción de libro». El desvergonzado Régimen andaluz no lo es por su duración en el tiempo, sino por la pluralidad de corruptelas, clientelismo y caciquismo, solo propios de la Cosa Nostra. Si no fuera por esta insigne magistrada, definitivamente asumiríamos sin rechistar el personaje del tonto del bote. Es lo que pretende la Sra. Grandes, aunque eso de Sra. sea un eufemismo. No tenía bastante con las referencias a las monjas violadas por los milicianos sudorosos y los periodistas tertulianos a los que «fusilaría» de forma tempranera, por poner sólo dos ejemplos, sino que ahora se despacha a gusto con S.S. Dª. Mercedes, a la que habría que hacerle un monumento en Andalucía.