La mejora en el diagnóstico saca a la luz muchos más casos de autismo infantil
Este trastorno, uno de cuyos rasgos es la irritabilidad, afecta a unos 50.000 niños y jóvenes españoles, en su mayoría varones
Actualizado: GuardarLos problemas psicológicos y psiquiátricos están cada vez más controlados gracias a una mejora, producida en los últimos años, de los controles preventivos de estos trastornos. Los especialistas detectan antes enfermedades como el autismo gracias a una mayor vigilancia, lo que ha provocado que los casos hayan aumentado. No porque haya más afectados que en épocas anteriores, sino porque ahora son más visibles. En la actualidad, se calcula que un 1% de la población mundial padece autismo, según se expuso en unas jornadas científicas organizadas por la Fundación Alicia Koplowitz y que han reunido a expertos en psiquiatría para menores de edad.
Pero además de la mejora en la lectura de estas alarmas, existen factores ambientales que están siendo investigados para determinar su influencia en este trastorno que afecta a cerca de 50.000 niños y jóvenes españoles. O lo que es lo mismo: uno de cada 110 menores. Los trastornos psiquiátricos, en total, afectan a 1,5 millones de menores.
Los profesionales subrayaron durante los debates que la lucha contra este trastorno debe ser multidisciplinar, es decir, que implique a los padres y los profesores además de los profesionales sanitarios de varias disciplinas. El trabajo de los progenitores resulta fundamental a la hora de detectar uno de los factores del autismo y de otros trastornos mentales: la irritabilidad. «Se puede comparar con la fiebre. Es un síntoma de algo más», aseguró el profesor Boris Birmaher.
Una afirmación que este a experto en bipolaridad precoz y profesor de Psiquiatría en el centro médico de la Universidad de Pittsburgh le ha llevado a rechazar las últimas propuestas del catálogo de diagnósticos que se publica en Estados Unidos y que clasifica la irritabilidad como una pataleta en la regulación del afecto. «Un trastorno que se manifiesta por ser irritable, no puede ser explicado como una enfermedad. Es como decir tengo la enfermedad del dolor o la enfermedad de la fiebre», explicó este experto colombiano, que considera que esta afirmación será rechazada por sus colegas europeos.
Porque definir la irritabilidad es muy complicado; y más difícil todavía es saber cuándo los padres deben preocuparse por este síntoma. «Esto es algo normal y que le ocurre a todo el mundo. Pero el problema radica en cuándo se supera el punto máximo. La fiebre se puede medir con un termómetro. Esta emoción, no», añade. «Nosotros siempre recomendamos que cuando la irritabilidad sea muy severa, persistente y esté afectando a la convivencia con todas las personas de su entorno -familia, amigos, compañeros de clase y profesores-, hay que actuar, porque algo malo está pasando al pequeño».
Las pataletas, la rabia de los pequeños con cualquier objeto que puede acabar volando por una habitación o la agresividad de una criatura con sus progenitores, compañeros o hermanos suelen ser los elementos más externos de esa irritabilidad que los niños «nunca esconden» y siempre muestran hacia el exterior.
Solo cuando los especialistas se sientan a hablar con ellos son capaces de saber «lo que pasa por dentro». «Así como el dolor puede pasar por muchas causas, la irritabilidad se manifiesta en cantidad de trastornos emocionales y no solo por el autismo. Es uno, pero se ven niños con ansiedad o con depresión», apunta el profesor Birmaher, que no encuentra diferencias entre las sociedades más pobres o más ricas a la hora de diagnosticar casos.
Efectos secundarios
Uno de los pasos cruciales en estos tratamientos es la educación, tanto de los padres como de los hijos, para descubrir si la irritabilidad ha sido causa de «un problema de depresión, de ansiedad, si se origina en un problema de comprensión en el colegio o si el crío está siendo acosado por otros chavales». Después hay que iniciar la psicoterapia, que puede indicarse solo para los más pequeós -hay casos que se han dado desde el año y los dos años- y que pueden incluir a los progenitores.
Una mediación que puede evitar que las relaciones entre padres e hijos se rompan de forma defintiva. Porque, según alerta el profesor Birmaher, los vínculos se pueden fracturar de forma definitiva. «Un niño de tres o cuatro años que está irritable, al que no se le puede decir que no, que tiene pataletas y que quiere que le compren de todo, puede romper con todo».
Esta irritabilidad tiene casos extremos, como los que se producen en orfanatos, donde los bebés no reciben todo el vivivicante cariño. Son las llamadas fallas de crecimiento. «Los críos están tristes, no se ríen. No crecen bien y no aumentan de peso. Los dejas en la cunita y no hacen nada. Son abandonados físicamente y también emocionalmente», lamenta el especialista.