DON FELIPE, EN EL NOMBRE DEL REY
El Príncipe llama a celebrar la «historia milenaria» de España en un 12 de octubre marcado por la tensión independentista en Cataluña«España, con la Corona a su servicio, continuará trabajando siempre para garantizar el porvenir», dice el Heredero en un brindis solicitado por el Monarca
Actualizado:El Príncipe de Asturias no es aún jefe del Estado y había que dejarlo claro. Don Juan Carlos pidió ayer a su Heredero que aprovechara la tradicional recepción del 12 de octubre en el Palacio Real, la primera de su reinado en la que no pudo estar presente, para decir unas palabras en su nombre. No es habitual que el Monarca pronuncie discurso alguno durante los actos de la Fiesta Nacional, pero tampoco la situación actual -la de la Corona y la de la política española, con la reivindicación independentista de Cataluña en plena efervescencia-, lo es. Y el Rey no quería estar ausente pese a su baja. «Hoy es un día para celebrar lo que nos une, recordar nuestra historia milenaria y lo que hemos construido juntos», trasladó don Felipe durante un inusual brindis, que abrió el cóctel posterior en los salones palaciegos. Don Juan Carlos, al que esperan aún varios meses de baja actividad debido a su cuarta operación de cadera, es plenamente consciente de que su regreso al quirófano, ha vuelto a agitar el debate sobre su sucesión.
Todos los pasos dados tanto por la Casa del Rey como por el Gobierno -que por temor a abrir un debate con las fuerzas republicanas rechaza incluso llevar al Parlamento un Estatuto del Heredero que permita definir sus atribuciones en momentos como este- han estado encaminados, de hecho, a revestir de normalidad los acontecimientos y aplacar cualquier rumor que haga pensar que, efectivamente, el Rey prepara su marcha. Eso explica, en cierto modo, su interés en pronunciar un discurso, siquiera por persona interpuesta, en una jornada en la que don Felipe fue el gran protagonista.
Fue su modo de decir que sigue ahí, pese a tener que presenciar los actos de una jornada tan significativa por televisión, como cualquier ciudadano de a pie. No sale del palacio de la Zarzuela, pero mantiene sus despachos con el presidente del Gobierno y, según dejan traslucir sus palabras, sigue con preocupación el devenir del debate político en Cataluña. «Si lo que nos une es mucho, mucho más es lo que cada día seguirá estrechando nuestros vínculos con la comunidad internacional -dijo-; España, con la Corona a su servicio, continuará trabajando siempre para garantizar ese porvenir, superando cualquier dificultad».
La presencia virtual de don Juan Carlos en los actos de la Fiesta Nacional no evitó, en todo caso, que todos los ojos se posaran en la actuación de el Príncipe de Asturias, que por primera vez presidió el desfile militar que cada año, desde 1987, discurre por el centro de Madrid. Él mismo admitió después, en una charla informal con periodistas, haber vivido la jornada como algo «especial» e incluso «extraño». Tan extraño que, de no haber sido por una ordenanza, aprobada de forma casi inadvertida en 2010 por la entonces ministra de Defensa, Carme Chacón, quizá no habría sido posible. Aquel texto modificó el Reglamento de Honores Militares que rige el modo en que las Fuerzas Armadas homenajean y manifiestan su respeto a Rey, a los símbolos nacionales y a determinadas personalidades y mandos militares -el jefe del Estado Mayor de la Defensa y los de los tres Ejércitos- para incluir en el listado «a quienes, como consortes, tengan la dignidad de Princesa o Príncipe de Asturias».
Cambio de protocolo
Así se arregló la disfunción que provocaba la graduación inferior del Heredero con respecto a los mandos de los Ejércitos en aquellos eventos en los que el jefe de las Fuerzas Armadas no estuviera presente, ya que don Felipe es teniente coronel. Los honores que cabe rendir al Heredero, en todo caso, son diferentes a los del jefe del Estado. Las banderas que portaron las grandes unidades militares no respondieron al saludo castrense del Príncipe, ya que sólo lo hacen ante el Monarca, se interpretó una versión más corta del himno nacional -20 segundos, frente a los 52 establecidos para el jefe del Estado-, y se rebajó de 21 a 19 el número de cañonazos y de siete a cinco los gritos de «viva España».
Son cuestiones de protocolo en las que pocos repararon. El análisis era otro. «Venía con la duda de cómo podría resultar todo -admitía a su salida del Palacio Real una exministra habitual en la recepción ofrecida por el Monarca cada 12 de octubre- y creo que lo han resuelto muy bien». No muchas más entre las personalidades invitadas al Palacio de Oriente se atrevieron a hablar del asunto con tanta naturalidad. Ni el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ni la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, quisieron emitir juicio alguno. Y al líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, sólo se le pudo arrancar un comentario sobre el brindis de don Felipe. «Una innovación afortunada», dijo.
Deterioro
Cautela en todos los frentes, porque hay interés en mantener el blindaje sobre una institución clave para el actual sistema democrático y cuya imagen ha sufrido un serio deterioro en los últimos años, en especial, desde el estallido del 'caso Urdangarín' en noviembre de 2011. Son el Príncipe y la Reina, según las encuestas que manejan en Zarzuela, quienes mejor resisten el envite. Por decisión del Rey, don Felipe presidió en solitario, junto a la Princesa de Asturias, el desfile, al que por primera vez no asistieron la Reina ni las infantas. Y doña Sofía encabezó la recepción en el Palacio Real.
La infanta Cristina no participó en ninguno de los actos del día. El juez de la Audiencia de Palma José Castro prepara su imputación en el 'caso Nóos' a raíz de nuevas revelaciones que apuntarían a que tuvo acceso al dinero negro que salía de Aizoon, la empresa propiedad del matrimonio Urdangarin-Borbón investigada por fraude, y que usó durante siete años una tarjeta asociada a las cuentas de esa sociedad.
En realidad su ausencia no es nueva. Tampoco el pasado año estuvo. Desde que se produjo la imputación del duque de Palma, la Casa del Rey -que hace dos años llegó a calificar el comportamiento de Urdangarin de «no ejemplar»- decidió apartarlos de cualquier acto oficial para no causar revuelo. Doña Cristina sí visitó, por contra, en el hospital al Rey el mes pasado. Y lo hizo, en otro gesto polémico, acompañada de su secretario personal, Carlos García-Revenga, también imputado en la causa que instruye el juez Castro.
Nadie, en el Palacio Real, mencionó esta cuestión. Pero de lo que sí se habló fue de la salud del Rey, para trasladar un mensaje de tranquilidad. Doña Sofía aseguró que «está trabajando mucho para su recuperación» pero que los médicos ya le han dejado claro que «esta vez se lo tiene que tomar con calma». Si se cumplen los plazos pautados por el doctor Miguel Cabanela, la eminencia de la clínica Mayo que se encargó de su última operación, el Monarca volverá al quirófano a finales de noviembre para que le sea implantada una prótesis definitiva en su cadera izquierda. Pero aún tardará otros tres meses en andar.
En la Familia Real confiesan que lleva mal tener que regresar al hospital y que «le gustaría poder hacer más cosas de las que hace». «Cuando fui a verle me dijo: 'A ver si esta es la última vez' -comentó doña Elena- ¡Pobre, qué mala suerte!».
El Príncipe fue más escueto al mencionar la cuesión. «El Rey está haciendo lo que tiene que hacer, que es recuperarse», alegó. Y, sobre su propio papel, reclamó que se vea con normalidad. «Estoy -dijo- donde tengo que estar».