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«Nadie está contento con el nuevo sistema»

El Consejo Nacional Nacional no logra que los milicianos abandonen las armas en un territorio donde impera la ley del más fuerte

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Como en Túnez y Egipto, la resaca revolucionaria está siendo dura en Libia y algunos comienzan a mirar al pasado con nostalgia, sobre todo por la pérdida de seguridad en las calles. El Congreso Nacional Transitorio no pudo con las milicias y, después de un año de trabajo, el Congreso General Nacional que le sustituyó tras las elecciones de 2012 tampoco ha sido capaz de hacer que los miles de 'zowar' (milicianos que combatieron contra Gadafi) abandonen las armas. El problema de la falta de seguridad y la lucha política entre los sectores islamistas y liberales han convertido el país en un territorio donde impera la ley del más fuerte, la venganza entre vencedores y vencidos. Libia sigue sin Constitución.

«Nadie está contento con el nuevo sistema, la gente no percibe mejoras tras la caída del régimen y el libio es de sangre caliente, tiene prisa para todo y quiere que todo se arregle ya mismo, pero eso es imposible, necesitamos tiempo y que alguien acabe de una vez con los paramilitares», opina Fathe Goumati, empresario que vive cerca del hotel Corintia, donde se produjo el secuestro del primer ministro. Para Goumati, «se trata de un golpe dentro del mismo Gobierno, nada que ver con la detención del hombre de Al-Qaida».

La situación se ha deteriorado en las últimas semanas de tal modo que a los problemas de seguridad hay que añadir la huelga en el sector petrolero en el este del país, que ha rebajado la producción diaria a 700.000 barriles, muy lejos de los 1,6 millones diarios de antes de la revolución. La protesta tiene sus raíces en la división histórica regional que ha abierto las puertas a un federalismo que amenaza ahora con romper Libia en tres partes.

El último invitado al caos libio ha sido Al-Qaida, una amenaza que creció tras la operación francesa en Malí que empujó a la insurgencia hacia el noreste en busca de lugares seguros. La detención de Al-Liby en Trípoli reveló que los grupos más radicales han encontrado en el país norteafricano un nuevo santuario a las puertas de Europa y confirma las advertencias de los expertos en la lucha contra el terrorismo internacional.