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Mera a la Lampedusa

ENRIQUE MONTIEL DE ARNÁIZ @montieldearnaiz
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Los terrores del pasado se manifiestan en los temores del futuro. Son inexplicables, indefectiblemente, los monstruos que nos auguran un final infeliz con la muerte del joven y bello protagonista a manos del pérfido enemigo (albión o no). Inexplicables sí, pero no por ello indetectables. Por todo esto es por lo que nos vemos paseando por el mundo con las vergüenzas hechas colgajos al aire; unas más decentes, otras microfálicas. Rompemos la camisa blanca como el gitano en el casamiento de su hija mientras guardamos la negra en el armario de la sinrazón y el ridículo. Me da igual el color de la prenda: roja o azul, gaviotil o rosácea, hoz o flecha. El escudo del Capitán América o el anillo de Lantern. No hablo de estúpidas ideologías trasnochadas que poco o nada se asemejan a lo que fueron en el utópico pasado en el que fueron alumbradas sino de otra vergüenza algo más intrincada, la ajena o propia (dependiendo de los ojos que asuman la perspectiva). Me refiero a la vergüenza que produce una Italia que todo lo fue y en nada quedó gracias a modelos del egoísmo y la cobardía como el 'capitán' Schettino o los pesqueros insomnes de la isla de Lampedusa, esos que miraron para otro lado, como todos -reconozcámoslo- hacemos en alguna ocasión. Les digo del ardor que producen Berlusconi (per se), la nacionalización de los cadáveres de los inmigrantes convertidos en ebánicos descendientes de Rómulo y la imputación de los 'afortunados' supervivientes. Pienso en el oprobio que inspira tanta desidia indeseada frente a la coherencia requerida, lo que nos muestran, en días impares, los partidos políticos que deciden nuestros impuestos nacionales, autonómicos o locales. Me asusta informarles de la amenaza cada vez más próxima de la ruptura nacional de España en la búsqueda interesadamente nacionalista de que el que reparta, parta en mejores partes. Y qué decir de los sindicatos: son guardaespaldas de una idea más que de un trabajador, dando la vida por él -al atragantarse con los bigotes de las cigalas de sus mariscadas- y velando por su sobresueldo mínimo interprofesional, mientras los ex Delphi pescan sombras en los muelles, los BAM son BUM y Salvador Mera busca loft en alquiler en una cárcel en Lampedusa, enjaulado cual un hipotérmico inmigrante ilegal más.