Libia se enfrenta a la ira yihadista
EE UU traslada a 200 marines de la base de Morón a la siciliana de Sigonella en previsión de represalias por la operación contra Al-Qaida
Actualizado:Estados Unidos prosigue con su interrogatorio a Nazih Al Raghie, alias Abu Anas Al-Liby, a bordo del barco de transporte 'USS San Antonio' en aguas del Mediterráneo, mientras Libia se prepara para la respuesta de sus seguidores, que acusan a las autoridades locales de colaborar con Washington. Diferentes grupos islamistas se han apresurado a colgar mensajes en las redes sociales llamando al secuestro de ciudadanos estadounidenses en Trípoli y a cometer sabotajes contra gaseoductos, oleoductos, barcos y aviones.
Uno de los mensajes radicales recogido por la agencia Reuters reza: «Libia es aún un lugar pagano gobernado por algo distinto a la sharía (ley islámica) de Alá, por lo tanto, no habrá seguridad para los infieles aquí». Para estos grupos resulta clara la «colaboración» de las autoridades de Trípoli en la operación del sábado en la capital, y advierten de que lucharán contra «cualquiera que traiciona al país tomando parte en este tipo de conspiraciones. Este acto es vergonzoso y el Gobierno pagará un precio muy alto».
La Justicia estadounidense acusa a Al-Liby de estar detrás de los atentados contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania de 1998. Un comando de las fuerzas especiales -o un grupo libio bajo órdenes estadounidenses, algo que aún no está claro- lo capturó el sábado por la mañana en Trípoli cuando regresaba a casa con su familia después de rezar en la mezquita.
Las autoridades libias llamaron a consultas a la embajadora norteamericana, Deborah Jones, «para solicitarle respuestas a varias cuestiones relativas al asunto» del «secuestro» del ciudadano libio Nazih Al Raghie, según el comunicado publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores. Pero es una medida de cara a la galería, ya que el primer ministro, Ali Zeidan, de visita oficial a Marruecos, se mostró bastante más conciliador con Washington.
La sombra de Bengasi
«Nuestra relación con EE UU es de amistad y cooperación. Nos ayudaron en nuestra revolución y nuestra relación no se verá afectada por este suceso», dijo Zeidan. Las autoridades libias tratan de alcanzar un objetivo francamente complicado: preservar las relaciones con un aliado fundamental en la recuperación del país sin alentar la ira de grupos islamistas que controlan amplias zonas del territorio. En este punto, el Pentágono mostró ayer su pesimismo al trasladar a 200 marines de la base de Morón a la siciliana de Sigonella, frente a las costas libias, como precaución ante un posible ataque a su Embajada en Trípoli. La sombra del 11-S de 2012 en Bengasi es muy alargada.
Amnistía Internacional criticó la operación estadounidense por entender que Washington «vuelve a apelar a su 'guerra global' para violar derechos humanos fundamentales» y pidió que el detenido tenga «acceso inmediato a un abogado, a atención médica y a visitas de sus familiares». Algo que, de momento, no va a suceder. Un equipo especial de interrogadores -del FBI, la CIA y los departamentos de Estado y Defensa- trata de obtener información de Al-Liby en uno de los buques que EE UU trasladó al Mediterráneo para el ya olvidado ataque a Siria por el uso de armas químicas atribuido al régimen de Bashar el-Asad. Al sospechoso apresado el sábado en Trípoli no se le han leído sus derechos.
El futuro inmediato de Al-Liby se desconoce. Cerrada ya la vía de trasladarlo a una prisión afgana e impedido de encerrarlo en Guantánamo por la eterna promesa de Obama de clausurar este penal, Washington intenta que este experto informático, que supuestamente se dedicaba a labores de comunicación, recaudación de fondos y difusión del mensaje yihadista, revele los planes de Al-Qaida contra personas o intereses occidentales.