Velázquez reabre su taller
El Prado reúne los mejores retratos de la brillante madurez del genio sevillano y los confronta con los de su estudio y sus sucesores
Actualizado: Guardar«El Prado es la casa de Velázquez, que reabre aquí su taller para mostrar cómo se crearon unos retratos magistrales y con una crucial función diplomática». Miguel Zugaza, director de la pinacoteca, acoge así la muestra 'Velázquez y la familia de Felipe IV' (1650 -1680), un exquisito concentrado de los últimos 11 años de actividad del genial pintor, dedicados casi en exclusiva al retrato de corte. El Prado luce sus joyas velazqueñas y recibe otras no menos brillantes de Viena, Londres y Nueva York. Las eligió Javier Portús, jefe de conservación y comisario de esta muestra, «un libro de familia» que contrasta la maestría del Velázquez maduro con la de sucesores como Juan Carreño de Miranda y Juan Bautista Martínez del Mazo, yerno del maestro. «El colofón natural es un visita a 'Las Meninas', que dan sentido a la exposición», proponen Portús y Zugaza.
Antes, el espectador habrá contemplado las 'otras Meninas', las de la Kingston Lazy House, que dejan Dorset por primera vez en dos siglos y que según Matías Díaz Padrón, «son de la mano Velázquez». Una controvertida atribución del exconservador del Prado en la que no entran Portús ni Zugaza. Ambos hablan de la pintura como «la copia de 'Las Meninas' de Mazo», tal como figura en la cartela.
A través de 29 obras -15 de Velázquez y 14 de su taller y sus sucesores- se celebra su genio tardío como retratista real y se estudia el influjo en sus sucesores. En 26 de las pinturas se representa al rey, a su mujer o a sus hijos, cuyos avatares tuvieron enorme repercusión en Europa, al afectar al equilibrio de fuerzas del viejo continente. Explora la historia del retrato cortesano y su función política como instrumentos de intercambio diplomático y reflejo de las expectativas tejidas en Europa en torno al devenir dinástico de la realeza española.
La muestra va de la entronización de Mariana de Austria hasta su retiro en 1677. Cuando la reina llegó a Madrid Velázquez estaba en Roma. En la corte papal realizó una docena de retratos legendarios. Cuatro magistrales, los del Papa Inocencio X, los de los cardenales Camillo Massimo y Camillo Astalli y el de Ferdinando Brandani, evidencian «cómo Velázquez es capaz de adaptarse a las expectativas de sus patronos», según Portús. El núcleo de la exposición son los que pinta en la corte a su regreso y hasta su muerte en 1660, «once piezas de calidad extrema». La demanda de imágenes que generó la nueva reina y el nacimiento de infantes y príncipes multiplicó la demanda de retratos. «Para atenderla, crea obras originales y mantiene activo el taller que las reproduce», dice Portús.