Llegan los mares profundos

Cuando el equipo transmite hay ganas de verlo. Y lo de menos, especialmente en esta categoría tan indigna, es el rival. Al menos, claro está, para el señor que paga por ir al estadio. Y el aficionado que cada dos semanas acude a Carranza este año ha mutado el rostro. Cierto es que el comienzo de la temporada pasada fue similar con Monteagudo al frente, pero las sensaciones no eran nada parecidas. Para empezar, en Carranza se hizo un sitio el grito de aliento en la grada de ‘re-mon-ta-da’, que no era más que una señal como anticipo de la tormenta que se llevaría por delante a dos entrenadores y buena parte del cadismo. Y para terminar, a cada jornada que pasaba peor se iba poniendo el panorama. De hecho, fue en la jornada séptima, como la de hoy, y coincidiendo con un Cádiz 1-Sevilla Atlético 2, cuando más de un seguidor, con buen tino, abrió su paraguas avecinando un chaparrón que iba a durar todo el curso porque ya no escamparía hasta llegar a Sanlúcar, a una semana del cierre del ciclo regular. Aquella derrota ante el filial sevillista originó los primeros pitos en la grada y envió al débil vestuario de Monteagudo a la sala de las tinieblas. A la jornada siguiente se empató en el campo del UCAMcon un juego desastroso. A continuación llegaría el espejismo del 3-0 en casa ante el Cartagena, pero de ahí en adelante: Ruina.

Pero antes de la visita del Sevilla Atlético el equipo trasteaba con decencia y había acumulado once puntos, dos menos que este año. Andaba pululando por la zona noble de la tabla y el equipo engañaba de aquella manera al personal con un juego vistoso de medio campo hacia delante. Pero todo era corcho, como poco más adelante quedó demostrado al abrirse paso los mismos mares profundos que hoy se le presentan al Cádiz. En cambio, este once de Agné parece estar hecho de atrás hacia delante. El Cádiz sólo ha recibido tres goles –dos en inferioridad numérica– y ningún equipo sabe lo que es marcar en Carranza, que este año sí parece proyectado a ser un fortín.

Tanto es el optimismo que se respira en los mentideros cadistas que la derrota en Lucena se ve como un pequeño traspie, de los que un equipo sólido y serio tiene la licencia de permitirse. Ademas, el dato de las expulsiones traspasa las fronteras de las excusas para convertirse en una realidad ya que los únicos cuatro puntos que se han escapado han sido jugando con uno menos. Por todo ello y más, la afición amarilla está ansiosa por ver hoy a su equipo.

Pero no será fácil. Eso al menos ha avisado Agné, que ve en La Hoya Lorca el rival más incómodo al que enfrentarse. El técnico cadista considera a los murcianos el equipo revelación –es un recién ascendido– y ha destacado su presión, verticalidad, intensidad y peligrosidad gracias a sus individualidades. «Que la gente no se crea que es una perita en dulce», dijo el viernes. Y lleva razón, porque los murcianos están a sólo dos puntos de los gaditanos pese a que el aficionado de a pie –está en su papel– acuda a Carranza con las ganas de ver una goleada a un equipo que dice llamarse La Hoya Lorca.

Hablar de obligaciones a estas alturas está feo y suena exagerado, pero el tropiezo en Lucena, unido al recuerdo amargo de lo que pasó la temporada pasada llegada está séptima jornada, motiva que a los de Agné se le exiga una victoria para seguir en lo alto de la clasificación y, sobre todo, espantar los fantasmas que se presentaron en Carranza a estas alturas. Además, es esta fase de la temporada la que consolida a un equipo en el buen camino o por el contrario, lo deja sentado en la montaña rusa de la que nunca fue capaz de bajarse el curso pasado.

Agné recuperará a Nafti y hará debutar como titular a Dalmau, que sustituye al sancionado Ceballos. El resto, los de siempre a la espera de Airam Cabrera, que ya se muerde las uñas por volver. Como el cadismo. Y por si no había suficientes alicientes, la derrota de ayer de la Balona pone el liderato a tiro de piedra, al alcance de la mano. Con una victoria, este Cádiz volverá a reinar en la tabla.

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