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El Prado celebra la madurez de Velázquez

La pinacoteca madrileña reúne los mejores retratos de la última época del genio sevillano confrontados con obras de su taller y sus sucesores

MADRID Actualizado: Guardar
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“El Prado es la casa de Velázquez, y esta exposición supone reabrir su taller en la casa del pintor”. Lo dice Miguel Zugaza, director de la pinacoteca que acoge la muestra ‘Velázquez y la familia de Felipe IV’ (1650-1680). Es un excepcional concentrado de los últimos 11 años de actividad del genial pintor de cámara que, al servicio del rey, se dedicó casi en exclusiva al retrato. El Prado muestra algunos de los mejores retratos de la colección de medio centenar de ‘velázques’ que atesora y recibe otros no menos excepcionales del museos de Austria, Reino Unido y Estados Unidos.

La selección es de Javier Portús, jefe de conservación de Pintura Española y comisario de esta muestra que con patrocino de Axa contrasta la maestría de Velazquez con la de sucesores como Juan Carreño de Miranda o Juan Bautista Martínez del Mazo, yerno del maestro. “El colofón natural de esta exposición son ‘Las Meninas’, que es donde el visitante debe concluir el recorrido”, proponen Portús y Zugaza.

Antes, el espectador habrá podido contemplar las ‘otras' Meninas, las de la Kingston Lazy House, en Dorset, que viajan a España por primera vez en dos siglos y que según un antiguo conservador del Prado, Matías Díaz Padrón, “son de la mano de Velázquez”. Una controvertida atribución de la que eludieron cuidadosamente pronunciarse tanto Portús como Zugaga, que en todo momento se refirieron a esta pintura “como la copia de ‘Las Meninas’ de Mazo”, tal como figura en la cartela de la muestra.

A través de 29 obras se escudriña la actividad como retratista del último Velázquez y la continuación de esa labor por sus sucesores durante las décadas de 1660 y 1670. En 26 de las pinturas se representa al rey, a su mujer o a sus hijos, cuyas peripecias personales tuvieron una enorme repercusión europea, ya que afectaban al equilibrio de fuerzas del continente.

La exposición invita a reflexionar tanto sobre los momentos más brillantes de la carrera de Velázquez como de la historia del retrato cortesano español, sobre cómo este tipo de pinturas se convirtieron en un arma política, un instrumento de intercambio diplomático y cómo reflejaban las expectativas que en toda Europa se tejieron en torno al devenir de la familia real.