Denuncien ustedes
Actualizado:Lo del turno de palabra público en los plenos del Ayuntamiento de Cádiz está convirtiéndose en uno de los secretos placeres de la temporada verano-otoño: múltiples intervenciones que generan máxima expectación, arrastran espectadores, mueven a los movimientos ciudadanos, animan los cotarros blogueros y dan vidilla a medios de comunicación de nuevo cuño digital, algunos a la última pregunta. Si no recuerdo mal este fenómeno social comenzó con un señor llamado Lorenzo Jiménez, que se dirigió a los concejales gaditanos dándoles la espalda, como, decía, ellos se la dan a los ciudadanos. Posteriormente se produjo el desgarrado grito al cielo de Inmaculada Michinina pidiendo que la dejaran tener dignidad. Lo de Karlos Puest y José Blas Fernández ya lo comentamos en su día y parece que acabará en juicio. Cada vez parecen los ánimos plenarios más crispados por estos intervinientes: Lorenzo acusando a Fernández y a la alcaldesa de responsabilidad en un Ayuntamiento corrupto mientras Michinina volvía a estremecer confesando que su marido había estado a punto de inmolarse a las puertas de la casa consistorial. La última novedad ha sido la aparición karlomichinesca de la esposa del propio Puest, surgida por sorpresa en este tablero de ajedrez de los movimientos antiteofilísticos.
Estoy totalmente de acuerdo con la crítica a las instituciones -sobre todo a las que lo hacen mal, casi mal o peor- aunque no comparto el disparo con bala de fogueo, el cuchillo de goma o la bomba fétida con aroma de lavanda. Debe ser deformación profesional o mi falta de corrección política pero debo confesarles una cosa que puede que alguno no sepa: denunciar un delito es gratis y pueden hacerlo de varios modos. Acudan a la Comisaría de la Policía Nacional, a la Fiscalía o al Juzgado de Guardia y díganlo: «Quiero poner una denuncia». No les cobrarán tasa judicial ni costas procesales ni deben pagar a un abogado que les redacte el escrito. Cojan papel, lápiz y pruebas y pongan las corrupciones en negro sobre blanco. Y que suden los jueces. Pero déjense de postureos, lanzando salvas al aire, que para eso ya tenemos a muchos políticos. Y denuncien, hombres. De una puñetera vez.