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Los ministros de Berlusconi dejan el Gobierno y reabren la crisis interminable de Italia

El frágil Ejecutivo de izquierda y derecha ha durado cinco meses y se acercan las elecciones anticipadas en un clima caótico

ÍÑIGO DOMÍNGUEZ CORRESPONSAL
ROMA.Actualizado:

Silvio Berlusconi la ha vuelto a liar y ha decidido tirar abajo la barraca, el imposible Ejecutivo de Enrico Letta, una insólita alianza de izquierda y derecha que ha durado exactamente cinco meses. Un verano, como se temía. Hasta que el magnate ha querido. Ayer ordenó a sus ministros que abandonaran el Gobierno y se abrió una crisis que nadie sabe cómo va a degenerar. El escenario, como siempre en Italia, es muy confuso. La reacción de Letta fue casi la única posible: «Es una locura». Se dispone a verificar su mayoría en el Parlamento mañana o pasado y ahí se verá si este gesto ostentoso de los chicos de Berlusconi es un farol o van en serio. Podrían renegociar sus pactos y aparentar una reconciliación, porque el pretexto oficial de este golpe de mano es la subida del IVA que entrará en vigor el 1 de octubre, pero parece improbable. Es eso, un pretexto.

De entrada, porque el consejo de ministros no pudo aplazar el IVA el viernes por la amenaza del propio Berlusconi de bloquear el Parlamento si le retiran su escaño tras haber sido condenado: sus diputados anunciaron que dimitirían en masa. Para variar el auténtico móvil hay que buscarlo en los problemas personales del líder de la derecha, su resistencia a asumir que es un delincuente y que ya le han pillado. Las elecciones anticipadas, y las últimas fueron en febrero, son una clara posibilidad. Italia, en grave recesión económica y que vuelve a mirar cómo se dispara la prima de riesgo, vuelve a ser un problema para toda la UE.

No hay que buscar sutiles análisis políticos a lo que pasa, es todo muy burdo. Berlusconi fue condenado en firme por evasión fiscal en agosto, debe empezar a cumplir dentro de dos semanas un año de arresto domiciliario o de servicios sociales y, a raíz de la sentencia, va a perder su escaño de senador en los próximos días. Es decir, que se quedará sin inmunidad parlamentaria y podrían detenerle en alguna de las investigaciones aún abiertas contra él. Ante este panorama ha decidido meterse en la trinchera, pensando en unas elecciones en las que el pueblo le absuelva y salga reforzado. Al margen de cómo le pueda salir eso, pues perdió ocho millones de votos en las elecciones de febrero, está echando un pulso muy arriesgado, que incluye también al presidente de la República, Giorgio Napolitano.

Este Ejecutivo casi de emergencia nació patrocinado por Napolitano en un momento de monumental atasco político. Las elecciones no habían dado un ganador y con un increíble auge del Movimiento Cinco Estrellas (M5S) del cómico Beppe Grillo cundió el pánico. No había acuerdo ni para elegir el nuevo jefe de Estado, que tocaba justo en ese momento, y al final, en unos días tormentosos, Napolitano aceptó repetir en el cargo, algo nunca visto en la historia de la Italia moderna. Pero puso las condiciones: izquierda y derecha debían taparse la nariz, gobernar juntos, sacar al país del agujero y, sobre todo, lo más importante, no quería ni una tontería más. Pero en cinco meses el circo ha vuelto a la ciudad. Lo que haga ahora Napolitano también será decisivo, y hasta existe el temor de que dimita, totalmente desesperado ante esta banda de irresponsables.

Grillo se frota las manos

Si de verdad está rota la alianza con el PDL de Berlusconi, lo cierto es que para el Partido Demócrata (PD) de Letta no se adivina un socio alternativo, porque la otra gran fuerza, el M5S de Grillo se frota las manos y quiere ir a las urnas. Es más, ya dijo hace cinco meses que este Ejecutivo era un engendro y que acabaría así. En el PD se habla de que podrían sacar una mayoría raspada tirando de aquí y de allá entre los partidos enanos, los disidentes y algún traidor de última hora, que en Italia siempre aparece, pero habrá que verlo. Ayer lo repitieron algunos de sus dirigentes. En cualquier caso, el horizonte es siempre de suma precariedad.

Con todo, hay una señal nada desdeñable que permite pensar que quizá no haya elecciones anticipadas. Fue el jueves, cuando llegó el primer aviso serio de crisis del PDL: los diputados de Berlusconi amenazaron con dimitir en masa el 4 de octubre si ese día en el Senado se aprobaba la retirada del escaño de su líder. Entonces Napolitano replicó que se quitaran de la cabeza la idea de adelantar los comicios y que él no disolvería las cámaras. No se sabe si tiene un plan B o era un órdago. Ahora se verá la jugada.

Visto en perspectiva, lo de Berlusconi no tiene nombre. Ha gobernado ocho años de la pasada década, que han hundido la economía italiana porque se ha dedicado a salvarse de sus numerosos procesos. Finalmente cayó en noviembre de 2011 y en plena emergencia económica aceptó sostener con el PD el Gobierno técnico de Mario Monti. Sin embargo se dedicó a tenerlo bajo chantaje hasta que le pareció oportuno, el pasado mes de diciembre, pensando siempre en volver al poder y arreglar lo suyo. Entonces lo derribó. En las elecciones de febrero quedó tercero, pero la extraordinaria situación le resucitó y le permitió entrar en el Ejecutivo. A los cinco meses lo ha liquidado. Con un elemento así entre los pies Italia está renqueando desde hace dos años. Necesitaría estabilidad y medidas impopulares, pero continúa a merced de los prontos o las tácticas puramente personales de Berlusconi.