El elefante indio se tropieza
El gigante pierde brillo: mientras su divisa se desploma, se ralentiza el consumo y cae más de un punto la previsión de crecimiento
SHANGHÁI. Actualizado: GuardarTodas las predicciones económicas a largo plazo auguran que India se convertirá en la tercera potencia mundial. No en vano, cuenta con la segunda población más nutrida del planeta que, además, alcanzará pronto a la de China, una creciente clase media ansiosa por consumir y una floreciente industria que podría fortalecerse gracias al aumento de los costos de producción en el vecino país de Mao. Teniendo en cuenta estas prometedoras fortalezas, los más optimistas creen que India se colgará la medalla de bronce de la economía entre 2025 y 2030, mientras que los más conservadores no esperan que ese hito se produzca antes de 2050.
No obstante, a la luz de los últimos datos -en el primer trimestre de su año fiscal, India creció un 4,4%, el menor ritmo en un lustro-, hay quienes comienzan a dudar de la fortaleza real del elefante asiático. Aunque el primer ministro, Manmohan Singh, sostiene que tiene «la voluntad de hacer crecer al país al 8%», lo cierto es que incluso el Gobierno se ha visto obligado a reconocer que la situación no es buena. Tanto que su Consejo Económico ha tenido que rebajar más de un punto su previsión de crecimiento para este año: del 6,4% estimado en abril al 5,3% actual. Supone frenar hasta poco más de la mitad la velocidad de expansión con la que asombró al mundo durante la crisis de 2008.
Y el porcentaje todavía podría caer más. Porque los males que aquejan al país de Gandhi siguen haciendo estragos. En primer lugar, su divisa sufre uno de los batacazos más grandes de la historia: ha caído más del 20% frente al dólar en un trimestre, y no levanta cabeza. «Eso ha interrumpido el proceso de despegue de la economía», reconoce el Consejo. Con la rupia, y en el momento más delicado del año, se desploman también el consumo interno y los beneficios empresariales, razón por la que el país hindú no termina de cumplir su promesa de convertirse en un imán que atraiga la deslocalización del resto del mundo.
No en vano, las empresas crecen al menor ritmo de los últimos tres años. «Teniendo en cuenta que hemos vivido un período de gran inflación en los últimos 18 o 24 meses, la capacidad de nuestra empresa para hacer frente al aumento del precio de las importaciones es muy limitada o se ha desvanecido. Y todo ello repercute en el precio de venta al público», explica el vicepresidente de Whirpool en India, Shantanu Dasgupta, en declaraciones a La Voz de América. La comida y los carburantes siguen el mismo camino. «Retirar los subsidios al diésel puede ser una buena medida para reparar la economía, pero va a tener un impacto en el costo de la vida y eso se reflejará en la actividad industrial». Y ahí está la razón por la que el Ejecutivo prevé que el sector secundario crezca solo un 2,7% este año fiscal, que acaba el 31 de marzo.
Por otro lado, tampoco es seguro que India sea capaz de mantener el déficit fiscal en el 4,8% del PIB proyectado por el Gobierno de Singh, un hombre que tiene más dificultades de las esperadas para mantener vivo el milagro que comenzó con las reformas liberalizadoras que él mismo introdujo como ministro de Economía en 1991. «Es muy probable que el país tenga que adelgazar sus reservas en unos 9.000 millones de dólares (6.900 millones de euros) para afrontar el déficit de cuenta corriente», avanza el asesor del primer ministro Chakravarthi Rangarajan.
Estos problemas macroeconómicos tienen un fiel reflejo a pie de calle. India es un caos. Fuera de las sedes de las grandes multinacionales, espejismos en un desierto de pobreza, pocas cosas funcionan como deberían. Y a nadie le importa. «Muchas veces se cae en la comparación fácil entre China e India. Pero solo alguien que no haya visitado estos dos países puede hacer algo así. Quizá han compartido en algún momento el ritmo al que crecían sus economías, pero, aparte de eso, no se parecen en nada», apunta Rajesh Nagar, ingeniero del departamento de internacionalización de Infosys, una de las grandes empresas tecnológicas indias. «India aún está muy lejos de China, y primero tiene que resolver los graves problemas sociales que lastran a todo el país», advierte.
«India ha fallado»
El analista Arvind Subramanian comparaba también el peso de la industria en el auge de ambas potencias en un reciente artículo publicado en el diario 'The New York Times'. «India ha fallado en la introducción de reformas estructurales, y por eso su actual panoplia de regulaciones, entre las que está una normativa laboral excesivamente rígida, no incita a las empresas a su expansión. Así se entiende que en China la industria de las manufacturas representase el 34% de la economía durante las tres décadas del 'boom', mientras que en India sólo llegó al 17% en 1995. Y ahora apenas alcanza el 14%».
Claro que eso no ha impedido que la población por debajo de la línea de la pobreza haya disminuido de forma espectacular. Hace 30 años el 50% de los indios no llegaban a ese listón, mientras que ahora solo uno de cada cinco está por debajo. No obstante, una vez más, esa delicada línea que divide a quienes disfrutan del 'boom' de quienes lo sufren, también es diferente en los países que conforman ese concepto imposible que es 'Chindia'. Para muestra, un botón: alrededor de 600 millones de indios, el 50% de la población, ni siquiera tiene acceso a un váter, mientras que en China ese número es el que hace referencia a los habitantes que han accedido a la clase media.
De momento, no parece que el elefante indio vaya a levantar cabeza. Las previsiones gubernamentales auguran una leve mejoría para la segunda mitad del año fiscal, pero no un regreso a la velocidad de crucero propia de los BRICS. India es el país que necesita crecer más rápido en este grupo porque también es el más rezagado, pero parece que su diferencia con el resto, sobre todo con China, va a ir en aumento. Muchos se preguntan ahora si el milagro indio no terminará siendo una nueva decepción, aunque el Ejecutivo confía en las previsiones a largo plazo. No en vano, si algo se aprende viajando por el país es a tener paciencia.