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Un joven lee el periódico después de que el Ejército tomó el centro comercial. :: TONY KARUMBA / AFP
MUNDO

La matanza de Nairobi encumbra a Kenyatta

El presidente de Kenia, reclamado por La Haya, recibe el apoyo internacional tras enfrentarse a las milicias de Al-Shabab

GERARDO ELORRIAGA
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El atentado de Al-Shabab contra centro comercial Westgate ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de los cuerpos de seguridad kenianos y, paralelamente, ha supuesto un beneficio político inesperado para Uhuru Kenyatta, el presidente del país. Las llamadas de sus colegas estadounidense Barack Obama y británico David Cameron han evidenciado la importancia de sostener al Gobierno de Nairobi, aliado clave de Occidente en el convulso Cuerno de África.

Las reticencias de Washington y Londres a dar su apoyo expreso a un dirigente que ha de ser juzgado en el Tribunal de La Haya parecen superadas por la necesidad de hacer frente al espectacular golpe armado de una organización que se suponía en declive. El espaldarazo al jefe del Ejecutivo puede resultar importante en este momento, cuando pretende algo tan extraordinario como que la Corte le permita asistir al proceso a través de una conexión de vídeo que lo exonere de viajar a Holanda y sentarse en el banquillo de los acusados.

La excepcionalidad de la situación ya constituye el argumento de miembros de la Coalición Jubilee, en el poder, para solicitar la suspensión, siquiera temporal, del juicio contra Kenyatta y su vicepresidente William Ruto, acusados de instigar los graves disturbios posteriores a las elecciones de 2007. La intervención televisada del mandatario del pasado martes evitó cualquier relación del ataque con la presencia del Ejército keniano en Somalia para hacer hincapié en la amenaza global que supone el terrorismo radical. Además de las dos potencias, Nairobi cuenta con el apoyo de Canadá, Alemania e Israel, en la investigación emprendida para dilucidar las responsabilidades en el asalto del 'mall'.

El rédito obtenido por el presidente contrasta con la creciente polémica generada por las contradicciones y lagunas de la versión oficial. Los medios de comunicación local emplean la ejemplar libertad de prensa que goza la república keniana para cuestionar toda la información proporcionada por la Administración. El balance oficial de víctimas se halla en entredicho tanto por las declaraciones de Al-Shabab como por la existencia de 61 desaparecidos, según los cómputos de Cruz Roja, pero también existe polémica en torno a la suerte de los rehenes. La policía afirmó haberlos liberado antes del ataque final, pero no hay ninguna constancia gráfica de su salida.

El derrumbamiento

La autoría de la explosión que sepultó tres de las cuatro plantas del complejo de ocio es otro de los asuntos controvertidos. El derrumbe y la explosión controlada de artefactos colocados por los insurgentes están retrasando el desescombro y la localización de cadáveres. La investigación del equipo internacional aún no ha comenzado, y la que realizará el Parlamento comenzará la próxima semana con la declaración de los oficiales responsables de los cuerpos de seguridad implicados en la operación.

La orden de arresto emitida ayer por Interpol contra Samantha Lewthwaite acentúa aún más su protagonismo en el atentado del Westgate, a pesar de que no existe aún ninguna prueba de su participación y Al-Shabab ha negado la implicación de mujeres en la operación. Las especulaciones en torno a la denominada 'Viuda blanca' se basan en su responsabilidad en anteriores ataques a objetivos turísticos en Kenia. La esposa de Germaine Lindsay, uno de los perpetradores de los atentados de Londres en 2005, viajó por Sudáfrica y Kenia con pasaporte falso y, según los servicios de inteligencia, llegó a Somalia a lo largo del pasado año. Esta joven de 29 años, hija de un soldado británico y convertida al islamismo durante su adolescencia, pasó a la clandestinidad poco después de la muerte de su marido.

El líder de Al-Shabab Mukthar Abu Zubeyr ha amenazado con la comisión de nuevos atentados y el gobierno de Nairobi ha atribuido a la milicia los recientes ataques contra una iglesia y una comisaría llevados a cabo en las ciudades de Wahir y Mandera, en el extremo noriental.