Las mareas vivas
Actualizado:Este fin de semana coincide no se qué fase lunar con no sé cual cambio de ciclo estacional y la consecuencia es que habrá unas mareas del carajo. Cuando suban y cuando bajen. Aquel espectáculo que una espectacular delegada de la Junta de Andalucía se empeñó, y logró, convertir en cita multitudinaria con letra de tango legendario. Las aguas bajarán tanto que al Campo del Sur se le verá la bajera y unas marcas que nunca enseña. Algunas piedras de La Caleta tomarán el sol por primera vez en meses y la Victoria será tan ancha que podrían jugar al fútbol, a la vez, todos los canteranos, de todos los tiempos, que el Cádiz y el Real Madrid dejaron escapar solidariamente para que triunfaran en otros equipos necesitados.
La definición empírica de bastinazo. Una preciosidad, una excusa para disfrutar de un prodigio cercano que ocurre de tanto en tanto (dos, tres veces al año pero por echarle rollo).
Pero hay otra marea que está más alta que nunca y que, para asombro de la ciencia, no baja. Es la ira, son las ganas que nos tenemos unos a otros. Nunca estuvieron tan altas tantas olas de inquina. Jamás vi tanta espuma salada en la boca de tanta gente que dice ver cercana la hora en la que políticos, jueces, policías, periodistas y dirigentes de cualquier colectivo morderán la arena. Nunca escuché a esos mandamases dirigirse, de palabra o de obra, con tanto desprecio a lo que ahora consideran chusma peligrosa, gaditas exterminables, bazofia humana. Resulta difícil recordar otro momento en el que los gaditanos (andaluces o españoles) hablaran tan mal de sí mismos, de los suyos y de los otros, de los demás, de los culpables de pereza y avaricia, de flojera e ignorancia, de incapacidad y ambición, de estafa y engaño. Siempre el otro, como si no viniéramos a salir del mismo horno.
Hay un mar de fondo iracundo que llega y no regresa, que parece mojar cada vez más arriba las piernas. Si lo viera aquella delegada fashion glam de la Junta, se las ingeniaba para organizar visitas multitudinarias, cada uno ataviado con palo, piedra y cuchillo, en vez de garabato, cubo y gargajillos.