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Un helicóptero traslada un herido al hospital. :: JASON REED / REUTERS
MUNDO

Matanza en la sede de la Armada en Washington

Doce personas pierden la vida, entre ellos un atacante, en un tiroteo perpetrado en el edificio de la Marina, a escasos metros del Capitolio

IVIA UGALDE
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El sonido de las alarmas apenas sirvió para alertar del peligro a los empleados del Navy Yard. Una emblemática instalación de la Armada estadounidense infranqueable hasta ayer. «Pensábamos que era un simulacro», aseguran los supervivientes. Sólo la intensidad del tiroteo desató el pánico entre unos empleados que se refugiaron de inmediato en sus oficinas y en los armarios para evitar ser vistos por los atacantes que asaltaron el edificio 197 de la Marina, en Washington. La rápida llegada de los cuerpos especiales no evitó la matanza: al menos doce personas perdieron la vida y diez sufrieron heridas, incluidos dos oficiales.

Las llamadas de emergencia dieron paso al despliegue de numerosos helicópteros que sobrevolaban el lugar mientras cientos de agentes se adentraban en el complejo -donde trabajan 3.000 personas- para dar caza a los atacantes. Los equipos de seguridad acabaron con la vida de uno de los sospechosos, identificado por medios como la CBS como Aaron Alexis, un joven afroamericano de 31 años radicado en Fort Worth, Texas. Su posible cómplice seguía desaparecido, tras descartar los agentes la vinculación de un tercer individuo que fue visto en el recinto poco antes de la matanza con un arma y un uniforme militar caqui bronceado.

La jefa de Policía de la ciudad, Cathy Lanier, proporcionó a los ciudadanos un número de teléfono para informar sobre cualquier dato que ayude a dar con el paradero del prófugo, que vestía un traje verde olivo. De acuerdo con la descripción de varios testigos, se trata de un adulto negro de unos 50 años que portaba un «arma larga», previsiblemente automática.

La Marina dio la orden al personal de mantenerse ocultos en sus puestos hasta que pudo llevarse a cabo la evacuación de forma segura. Mientras, en las calles una multitud de curiosos se agolpó en las inmediaciones del astillero, pero fueron desalojados por los agentes debido a la prohibición de salir de sus casas. La tragedia que invadió Washington dejó calles, puentes cortados y afectó en un primer momento al aeropuerto Ronald Reagan, que durante unas horas mantuvo congelados sus vuelos. También fueron cerradas una decena de escuelas cercanas al Navy Yard y se reforzó la vigilancia en torno al Capitolio, próximo al escenario de la tragedia.

Traslado al hospital

A medida que los cuerpos especiales recuperaban el complejo militar, los heridos fueron trasladados a los hospitales más cercanos. El doctor Janis Orlowski, director médico en el Washington Hospital Center, señaló que tres lesionados ingresaron en su centro. Todos en estado crítico, pero alertas y capaces de hablar con los facultativos, explicó. Las víctimas son un oficial de la Policía -con múltiples impactos de bala en sus piernas- y dos mujeres, una tiroteada en el hombro y la otra en la cabeza y una de sus manos.

El presidente de EE UU, Barack Obama, mostró su consternación por un ataque que tildó de «cobarde». «Sabemos que numerosas personas resultaron heridas y algunas han muerto. Ésta es otra matanza. Todos conocemos los peligros del servicio en ultramar, pero ahora vemos los peligros aquí», lamentó sobre un ataque del que admitió tener pocos detalles. A pesar de la confusión que reinaba en Washington, el alcalde Vincent Gray rechazó que se trate de un acto terrorista.

La masacre de ayer reaviva el debate en Estados Unidos entre los Amigos del Rifle y quienes, como Obama, exigen un mayor control. Además, la tragedia se produce pocas semanas después de ser declarado culpable Nidal Hasan, un antiguo psiquiatra que mató a 13 personas al perpetrar un tiroteo en la base militar de Fort Hood, Texas, en 2009.