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Decidir cuál es la conducta óptima cuando los costes y beneficios de las opciones que se nos presentan no están fijados previamente, sino que dependen en exclusiva de los actos de los otros individuos, es la disyuntiva a la que se enfrenta a diario el ser humano, y por extensión, la vida toda en su conjunto. La Teoría de Juegos trata de explicar, en leguaje matemático, este tipo de dilemas.

Esta Teoría de Juegos quizás nos ayude a comprender el reciente acuerdo alcanzado entre el Obispado de Cádiz y el Ayuntamiento de Medina Sidonia con respecto a la iglesia de San Agustín. Para mí se ha tratado de un juego en la modalidad de ultimátum donde al final se ha llegado a cierto equilibrio de Nash. Me explico.

En la modalidad económica del juego de ultimátum, el jugador A hace una propuesta única y definitiva que pondrá a B en la tesitura de aceptarla o, si su deseo es castigar al contrincante, rechazarla y que ambos pierdan todo.

La negociación se ha desarrollado conforme a esta estrategia. El Obispado (A) se ha valido de su poder social y político (creo más factible que, en este feudo europeo del Apóstol, todavía hoy un ministro atienda una llamada telefónica de un obispo antes que la de un alcalde comunista), en ningún caso moral, para colocar al Ayuntamiento (B) en la tesitura de 'o lo tomas o lo dejas'. Es decir, plantarse a esperar a que la iglesia se convierta en un montón de escombros o entregarle la propiedad al municipio a cambio de una importante suma de dinero. La Iglesia se lo lleva contante y sonante, mientras que el pueblo carga con un muerto que va a seguir demandando fuertes partidas presupuestarias con vistas a una futura rehabilitación. No es mal negocio este para una institución cuyo reino, según proclama, no es de este mundo.

Entre romper la baraja y que ambos perdieran todo, con buen talante negociador, el Ayuntamiento ha optado por ceder a fin de alcanzar un equilibrio. Ese mencionado equilibrio de Nash que consiste en que, una vez alcanzado el acuerdo, las dos partes consideran que es preferible no modificar ya la elección.

Ahora tendríamos que pedir ayuda a Nash, premio Nobel por sus aportaciones en este campo, para que nos expresara esto mismo con la correspondiente fórmula matemática.